Hablando con Marina Marroquí sobre violencia de género me explicaba que el maltrato es el crimen perfecto. Marina decía que la condena que recibiera el agresor se basaba en lo que la persona que había sufrido violencia llegara a contar porque era la única prueba del delito. Lo que lo hace el crimen perfecto es que, la gran mayoría de las veces, es invisible. El maltratador te anula hasta que no puedes describir lo que te está haciendo ni lo que estás sintiendo, me contaba. Y si no puedes describir lo que ocurre, nadie va a creerte y nadie va a protegerte. Quedas totalmente indefensa.
1 de cada 2 (57,3%) mujeres de 16 o más años han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida por ser mujeres
En España, según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2019, 1 de cada 2 (57,3%) mujeres de 16 o más años han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida por ser mujeres. Es decir, 11.688.411 de mujeres residentes en España. El porcentaje más alto lo componen las mujeres que tienen entre 16 y 34 años.
La violencia física y/o sexual es el tipo de violencia más reconocido y reconocible socialmente. En este caso el 14,2% de las mujeres encuestadas ha sufrido este tipo de violencia por parte de su pareja o expareja a lo largo de su vida. Es importante destacar que el 96,9% de estas mujeres manifiestan haber sufrido también algún tipo de violencia psicológica (emocional, de control, económica o miedo). Solo el 21,7% dice haber denunciado las agresiones en la policía o en el juzgado. Las razones para no denunciar son muchas: miedo o vergüenza, porque lo han resuelto solas, porque acabaron la relación, porque no tenían recursos económicos, porque no consideran que tuvo gran importancia o porque el agresor falleció.
Detengámonos en la violencia de género psicológica. En España, según los resultados de la última Macroencuesta, el porcentaje de mujeres que ha sufrido violencia psicológica en la pareja actual o en parejas pasadas asciende al 31,9%; es decir, 6 millones y medio de mujeres de 16 años o más residentes en España. Son datos alarmantes y ni siquiera recogen la realidad de la violencia que sufren muchas mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
En una ocasión escuché que es más útil saber cuál era la postura de los hombres ante el machismo más que el papel que ocupaban dentro del feminismo. Y, quién sabe si, quizás, sea esa la clave.
En L&B Actual nos hemos propuesto analizar y reflexionar sobre el contexto en el que se genera la violencia. Queremos entender cómo comienza la violencia de género psicológica, cuáles son las características de quienes la ejercen, qué consecuencias tiene y cómo se puede trabajar para detectarla a tiempo. Pero, sobre todo, cómo se pueden prevenir estas conductas para que no vuelva a pasar. Y lo haremos en dos partes.
Para ello, hemos hablado con tres profesionales expertos en el ámbito de la psicología, la antropología y los Derechos Humanos, la igualdad de género y las masculinidades.
La construcción del género y las causas de la violencia machista
Antes de nada es importante dejar claro que sabemos que cualquier persona puede ejercer violencia sobre otra, sea hombre o mujer. Sin embargo, no podemos ser ajenas al contexto en el que nos encontramos. “Abordar el tema de la violencia sin tener en cuenta la rotundidad de la variable género es un error de partida”, explica Javier López, promotor de igualdad especializado en masculinidades. Y lo entendemos. Tan solo hay que remitirse a los datos.
Según los últimos datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), más del 90% de los sospechosos de homicidio a nivel mundial son hombres. En España todos los delitos tipificados son cometidos en su mayoría por hombres y el 86% de los homicidios cometidos los han cometido hombres. Otro dato interesante es que el 63% de las víctimas de los homicidios eran hombres.
La construcción social de la masculinidad impone a los hombres cómo deben comportarse para ser “hombres de verdad”
Quitar la variable género es un error porque la construcción del género es cultural y porque desde la infancia la cultura nos deriva a cumplir con unos patrones de conducta y comportamiento diferenciados entre hombres y mujeres. Así por ejemplo, como explica López, “a los hombres nos legitiman el uso de la violencia con tal de ganar, que es otro de los mandatos de la masculinidad. Además los hombres han desempeñado mayoritariamente las profesiones relacionadas con la violencia: guerreros, soldados, policías, etc.”. Esto, explica, combinado con otras cuestiones relacionadas con la socialización de la masculinidad como la represión de todas las emociones que tienen que ver con la vulnerabilidad -como la tristeza, el miedo o la fragilidad- es una «bomba de relojería».
Lo mismo opina Raquel Santana, sexóloga clínica y doctoranda en Estudios de Género y Políticas de Igualdad. “La construcción social de la masculinidad impone a los hombres cómo deben comportarse para ser “hombres de verdad”. Esto hace que la demostración del poder sea una constante, si no quieres quedarte fuera. Por eso usan la violencia no solo contra las mujeres, sino también hacia otros hombres”.
La sociedad ha impuesto a lo largo de los años una construcción social de la masculinidad y la feminidad que se incorpora, generación tras generación, de manera naturalizada. Una construcción social que ha generado, históricamente, numerosas desigualdades entre hombres y mujeres, dando privilegios a unos sobre las otras. Es interesante reflexionar sobre cómo se han establecido hasta el momento las relaciones amorosas entre los hombres y las mujeres, basadas en el poder más que en el romanticismo. Este poder “históricamente, tiene una finalidad muy práctica de reproducción para crear un núcleo familiar donde, a priori, había una dependencia económica de la mujer”, explica López.
El problema de la masculinidad hegemónica es que hay que “validarla constantemente” con tu pareja mujer, en este caso, y con el resto de los hombres. “Tenemos que dejar clara nuestra posición de poder. Algunas veces se produce la violencia porque se entiende que la mujer no está cumpliendo su rol. Otras, para que al resto de los iguales no les quepa duda de quién manda en casa”, subraya Javier López.
El poder es donde radica el núcleo de la violencia de género
A este contexto hace referencia también la psicóloga Leyla Portillo, cuando habla de los hombres que maltratan a quienes define como “los hijos sanos del patriarcado”. Es decir, “hombres que viven en un contexto patriarcal que les ha dado el derecho de ejercer hostigamientos, chantajes y manipulación a las mujeres”. Por eso, aunque a veces parezca que el hecho de que un hombre ejerza la violencia contra una mujer, y que incluso llegue a asesinarla, tiene que ver con una cuestión de salud mental, en realidad casi nunca lo es.
Centrándonos en la violencia de género psicológica, Portillo explica que quienes la usan no tienen una enfermedad o un trastorno mental, sino “rasgos de personalidad narcisista” o conductas asociadas a la psicopatía, es decir, ausencia de empatía. Y eso se construye.
En el poder es, entonces, donde radica el núcleo de la violencia machista. Así, Raquel Santana explica que, aunque cada caso de violencia es diferente y las causas son diversas, “cuando la mujer ejerce violencia sobre un hombre lo hace desde una posición de poder -puede ser porque ella trabaja y él no, o porque gana más dinero, por ejemplo. En el caso del hombre también lo hace por las mismas causas. Sin embargo, hay un plus añadido: la posición privilegiada en la que la sociedad mantiene a los hombres”. Raquel subraya que las estadísticas apuntan a que “los hombres siguen cometiendo abusos sobre las mujeres por el simple hecho de creerse con derechos sobre ellas. Es ahí cuando hay que hacer una distinción y agravar el delito por causa de género. Sin embargo, aún hoy vemos que las leyes de violencia de género aún dejan a miles de mujeres desprotegidas de este abuso de poder que ocurre fuera del ámbito privado”.
Es indudable que la situación de los hombres y las mujeres ha cambiado a lo largo de la historia, sobre todo durante los últimos 30 años. Gracias, en gran parte, a la lucha del movimiento feminista y al rechazo de los hombres a esa posición de privilegio que ni pidieron, ni les parece justa. Las mujeres hemos empezado a ocupar espacios que antes no nos pertenecían y los roles de género no se cumplen siempre tal y como lo hacían hace 50 años o un siglo. Los hombres empiezan a darse cuenta de que existe otra manera de ser hombres y exploran diversas masculinidades. El cambio es real pero, entonces, ¿por qué se ha perpetuado la violencia de género?
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Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.