Para Paqui Santana Pérez los garabatos de Mothú son trozos de vida, la fortuna de acompañar y ser acompañado. En el lenguaje de los celtas, Mothú significa sentimiento o capacidad de sentir. Y es precisamente eso lo que esta artista multidisciplinar vuelca en cada una de sus obras: ya sea pintando, escribiendo o tocando la flauta. Sentimientos que se arremolinan en su interior y buscan la manera de llegar hasta la superficie, en un trazo, una palabra o una nota musical.
Conocer a Paqui en estos tiempos de incertidumbre y confusión, es como llegar a un pequeño oasis donde su sonrisa transparente y la franqueza en su voz te arropan y te invitan a la esperanza. La veo garabatear una figura que a mí se me antoja un caballero andante, alguien que mira con curiosidad los molinos de viento y lleva la bondad como escudo.
«La música ha sido mi tabla de salvación para vencer la timidez»
Si tuvieras que escoger una manifestación artística, ¿con cuál te quedarías?
Pues sería complicadísimo, pero si no me quedara más remedio escogería la pintura. Fue la primera que, desde pequeñita, me llamó la atención. Creo que primero pinté y luego hablé. De hecho, quería estudiar Bellas Artes cuando comencé a crecer, pero la música se cruzó en mi camino, me enamoró y me dediqué profesionalmente a ella. Si tuviera que escoger entre literatura, pintura o música, sin duda, la pintura.
¿Cuál es el resultado final cuando mezclas las tres artes?
Es un estado de felicidad plena; es como decir: por fin he podido expresarme como quiero porque utilizo las tres para poder expresar lo que siento, lo que pienso, las emociones, no solo las mías sino las de otros también, según mi propia percepción. Cuando puedo juntar las tres ha sido, sin saberlo, como mi búsqueda durante toda la vida hasta ahora.
¿Qué descubres de ti misma en cada una de estas manifestaciones artísticas?
Más que descubrir me encuentro, según el momento, la emoción, el pensamiento. La pintura me hace meterme muy dentro de mí, es como bucear en mi interior, sentirme en paz, en calma, en equilibrio; la escritura es más del pensamiento, lo que me esté pasando, anotar una frase, algo más instantáneo. La música ha sido mi tabla de salvación para vencer la timidez. Al dedicarme también a la docencia con la música, me ha facilitado esa victoria. Ha sido mi particular danza para vencer la timidez.
¿Cómo llegan y hacia dónde viajan los garabatos de Mothú?
Me encanta la cultura celta. Un día leyendo me encuentro este término que significa sentimiento o capacidad de sentir y lo incorporo a uno de mis cuadros. Mothú llegó en un momento en el que estaba cambiando un poco el estilo. Estaba pintando de manera muy correcta, muy académica y mi profesor de pintura, Juan Cabrera, me dijo: “suelta la mano”, y comencé a soltar la mano, a experimentar con diferentes texturas. Así titulé un óleo con técnica mixta.
Paqui Santana: el arte de los garabatos
Yo creo que he garabateado toda la vida, pero estos garabatos de Mothú de los últimos años nacen en las esperas eternas de los aeropuertos, precisamente cuando empecé a viajar fuera para conciertos y otros proyectos. Empezaron a ser garabatos musicales y luego se han ido convirtiendo en algo más. Ahora mismo son un regalo que me permiten expresar rápidamente mis pensamientos, sentimientos, emociones y las de otras personas. El regalo mayor es cuando Mothú cuenta historias de otras personas o significa algo concreto y especial para ellas y, por lo tanto, para mí.
Los garabatos viajan más que yo y, ahora mismo, están repartidos por el mundo gracias a una guía de acompañamiento en duelo que han realizado un grupo de psicólogas y personal que se dedica a esto: enfermeras, tanatólogas. Una parte de los garabatos de Mothú han sido cedidos para ese proyecto, que para cualquier persona signifiquen algo y cuenten una historia es un regalo, dejan de ser míos y van a la vida de otra persona.
¿Qué te ha aportado como persona y profesional participar en proyectos artísticos internacionales?
Estos proyectos han llegado en los últimos años y ha sido como cuando viajas a otros lugares y aprendes otras culturas. El hecho de salir fuera, conocer otras personas, cómo trabajan en otros sitios aprendes a valorar lo que tienes dentro. Ha supuesto un aprendizaje no solo en lo profesional, lo artístico sino, sobre todo, en lo personal.
La vida me ha regalado esos momentos para crecer más como persona. Aprender y compartir. Ese punto de decir: “somos todos iguales o deberíamos serlo”. Al estar en una isla pequeñita, te sientes poca cosa. Por otro lado, ha sido una muy buena cura de humildad.
Me refiero a que piensas que tal personaje público, famoso, con un bagaje profesional y artístico impresionante, de repente es la persona más humilde y más sencilla del mundo. En los eventos internacionales en los que he participado ver a esas personas que están al frente de esos tremendos festivales con esa sencillez, aprendes mucho; son personas que trabajan, así que lo está claro es que hay que trabajar, conseguir estar ahí y disfrutarlo.
«Los garabatos viajan más que yo y, ahora mismo, están repartidos por el mundo»
¿Crees que a través del arte y la cultura podremos construir una sociedad libre de desigualdades?
No sé si la podremos construir, pero creo que debemos intentarlo cada día. Para mí como docente es primordial. Cada uno de nosotros debemos poner ese granito de arena y ponerlo todos los días. Es muy complicado, muy difícil, pero es necesario, sin duda. Lo veo también a través de mis dibujos, de los de otras personas, de lo que escriben, de lo que comparten a través de un cuento, de una pintura, de una interpretación musical. Podemos y debemos.
¿Cómo ves el futuro del arte y la cultura con las limitaciones impuestas por la pandemia?
Hace meses lo veía con mucha tristeza, incluso llegué a pensar que no iba a volver a tocar en público. Fue un momento de desesperación. Dije: si pinto puedo seguir compartiendo, pero cómo hago un concierto, cómo toco. Pienso que debemos seguir, si ahora el aforo es reducido ya se volverá a ampliar. Debemos tener precaución, cuidarnos y cuidar a los demás, pero no tener miedo, un miedo que casi me paralizó hasta tal punto que pensé que no iba a tocar nunca más la flauta.
Espero que busquemos soluciones. Ahora lo veo con incertidumbre, pero con cierta esperanza. Tenemos que caminar y contribuir, de alguna manera, a buscar esas soluciones; sobre todo, no dejar de tocar, de pintar, de crear; como nos paralicemos sí que estamos perdidos. No podemos rendirnos.
¿Influye la educación artística en el crecimiento personal y la formación de valores en los niños y las niñas?
Obviamente sí, y no te lo digo porque yo sea músico y docente, sino porque estoy convencida de ello. Creo que tener una educación musical me ha ayudado a relacionarme con los demás. El hecho de estudiar música, un instrumento, te proteges detrás de ese instrumento, pero te estás expresando a través de él.
Decimos que las escuelas artísticas son como guarderías de lujo, no solo cuidamos a los niños, el trabajo que se hace en la docencia en la parte artística es algo más; creo que ayuda, sin duda alguna, a mejorar como persona y va plantando semillitas en valores.
La música nos permite estar juntos y compartir. Los niños y las niñas aprenden a escucharse y a escuchar a los demás. También podemos hablar juntos a través de una frase musical y nos estamos entendiendo. Si no nos escuchamos en la sociedad estamos perdidos. En la música también se le da un valor al silencio, un silencio atento; estoy en silencio, pero estoy entendiendo lo que tú estás diciendo y luego hablo yo. Son valores que se pueden transmitir a través de la educación musical.
Paqui ha dibujado un caballero andante para mí. Creo que lleva un libro en la mano o tal vez sea un pentagrama. Su lanza se apoya en el suelo y le permite el reposo. Mira a lo lejos para comprobar que no hay molinos sino palabras y una suave melodía que coquetea con el viento isleño.
El caballero avanza con la cabeza erguida y la mirada atenta buscando la compañía del mar y la complicidad de otros garabatos como él. Mothú lo espera, a final del camino, para contarle su propia historia y la de otros, retazos de vida, sinsabores y alegrías.
Si quieres conocer la historia de otras artistas multidisciplinares, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/elia-verona-el-arte-ha-de-ser-alimento-cotidiano/
Fotos: Leyanes Yanes/Aportadas por Paqui Santana
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.