Los prejuicios y los estereotipos o roles de género han mantenido a las mujeres alejadas de cualquier ámbito relacionado con la educación. La brecha de género, que aún hoy cae como una losa sobre nuestras espaldas, se acrecentó notablemente en el periodo en el que se fundaron las primeras universidades. Las mujeres fueron excluidas de este espacio sin miramientos, sobre todo en el ámbito de la ciencia y la tecnología.
Siempre se ha dicho que las carreras de ciencias eran cosa de hombres. De hecho, según datos de la UNESCO, las mujeres que escogen estudios superiores dentro del campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas -STEM, en sus siglas en inglés- no llega al 30% a nivel global. Especialmente bajo es el porcentaje de mujeres que estudian tecnología de la Información y las Comunicaciones (3%), Ciencias Naturales, Matemáticas y Estadísticas (5%) o Ingeniería, Manufactura y Construcción (8%).
«las mujeres que escogen estudios superiores dentro del campo de las ciencias no llega al 30% a nivel global»
Sin embargo, y pese a los numerosos obstáculos impuestos, es importante señalar que las mujeres han contribuido de manera notable a la ciencia a lo largo de la historia. Definitivamente, la ciencia también es cosa de mujeres.
De sobra son conocidas mujeres como Marie Curie, física y química reconocida por su trabajos de investigación sobre la radioactividad y la primera mujer en ganar el premio Nobel. También nos suenan nombres como el de Katherine Johnson, matemática, científica espacial e informática teórica, que fue un referente en la NACA/NASA. La conocimos gracias a la película Hidden Figures (Figuras Ocultas en español), que se basó en la novela del mismo nombre escrita por Margot Lee Shetterly.
Mujeres olvidadas en la historia de la ciencia
Otras mujeres no tuvieron tanta suerte. Sus descubrimientos y aportaciones han sido sistemáticamente invisibilizadas y olvidadas. Es el caso de Rosalind Franklin, experta en cristalografía, quien propuso la estructura clave del ADN a partir de imágenes que tomó con la técnica de difracción de Rayos X. Partiendo de sus estudios y de su imagen, James Watson y Francis Crick publicaron un estudio por el que recibieron el premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962. Por supuesto, a Rosalind no se le dio el reconocimiento que merecía.
Jocelyn Bell Burnell es otra de estas científicas olvidadas. Descubrió la primera radio púlsar, una estrella de neutrones que gira sobre sí misma y que es el único objeto donde la materia puede ser observada a nivel nuclear. Fue su supervisor, Anthony Hewish, quien recibiría el premio Nobel de Física años después por este descubrimiento.
Nos preguntamos qué pasa con todas y cada una de las mujeres que han sido (y son) tan importantes en el ámbito científico. Los que nombramos anteriormente no son casos excepcionales de mujeres que tuvieron la mala suerte de ser discriminadas en un momento de la historia que no se caracterizaba, precisamente, por la igualdad de género.
#NoMoreMatildas: La ciencia también es cosa de mujeres
Que faltan referentes femeninos en la ciencia que motiven a las niñas y a las mujeres a elegir estas carreras es un hecho. Y aquí es donde entra la campaña #NoMoreMatildas, iniciada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT). La iniciativa busca recuperar las figuras de mujeres científicas notables de la historia que “despierten la vocación científica de las niñas con su ejemplo, sus hallazgos y sus aportaciones”. Es un paso para terminar con uno de los obstáculos que recaen sobre la igualdad de género.
Matilda proviene del fenómeno conocido como Efecto Matilda, un término acuñado en 1993 por la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter en honor a Matilda Joslyn Gage, la primera activista en denunciar los prejuicios a la hora de reconocer los logros de mujeres de forma sistemática.
Carmen Fenoll, presidenta de la AMIT, explica que, “se trata de una respiración histórica: les debemos un reconocimiento por su trabajo. Además, incluir a estas mujeres nos permite tener un conocimiento más real sobre la historia de la ciencia, más ajustado a la realidad que la actual imagen distorsionada y falsa que tenemos”.
Mujeres invisibles en los libros de texto
El objetivo es conseguir una mayor presencia de científicas en los libros de texto escolares, tanto en Primaria como en la ESO y Bachillerato. Para ello han diseñado un encarte que invitan a meter en los libros de ciencias de 5º de Primaria para actualizarlos. Esto, sin duda, supondría una motivación para las niñas y las jóvenes para elegir carreras que estimulen su vocación científica, destruyendo así los estereotipos que limitan sus capacidades.
Según el estudio Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO. Una genealogía del conocimiento ocultado desarrollado por Ana López Navajas para la Universidad de Valencia en 2011, los referentes femeninos del total de figuras que aparecían en los libros de la ESO representaban tan solo el 7,5%.
El dato no solo es preocupante, sino que se traduce en una discriminación a muchos niveles. Las mujeres y las jóvenes no tienen referentes que las estimulen y, si quieren dedicarse a la ciencia, es probable que tengan menos autoridad que sus compañeros varones.
“La sociedad y las familias dudan sistemáticamente de la idoneidad y capacidad de las niñas para dedicarse a la ciencia, haciendo que estas niñas terminen dudando de sí mismas. Y aquellas que logran sobreponerse a estos obstáculos se encuentran con entornos académicos hostiles, todavía plagados de estereotipos y sesgos inconscientes contra ellas, que dificultan su progreso de un modo sutil pero efectivo”, subraya Fenoll.
Según datos del informe Igualdad en Cifras 2020 del Ministerio de Educación y Formación Profesional, en España el 55,2% de las personas matriculadas en la Universidad en el curso 2018-2019 eran mujeres. Las ramas elegidas fueron las de salud y servicios sociales (75,4%), ciencias sociales, periodismo y documentación (65,3%), educación (64,6%) y arte humanidades (59,8%). Ramas asociadas históricamente a los estereotipos y roles de género tradicionales, como los cuidados, por ejemplo. La presencia de las mujeres en las ramas de ingeniería o matemáticas apenas supone el 12% y el 27% respectivamente.
El área de I+D+I también presenta una gran desigualdad en cuanto a la participación de mujeres y hombres se refiere. Así lo muestran los datos del estudio Científicas en Cifras (2017). Según este informe, “el techo de cristal se mantiene en la carrera investigadora, puesto que no subimos del 21% de mujeres en las cátedras de universidad o del 25% entre el profesorado de investigación”.
La pregunta es qué hubiera pasado si Einstein hubiera sido una mujer. ¿Hubiera tenido el mismo reconocimiento?, ¿sería tan conocido hoy? Como dice la campaña: “Es probable que, si Einstein hubiese nacido mujer, los méritos de sus descubrimientos se los hubiera llevado algún compañero de investigación o, incluso, su marido”.
Si quieres leer otro artículo sobre una mujer de ciencia que fue invisibilizada, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/hedy-lamarr-la-actriz-que-espio-a-los-nazis/
Fotos: #NoMoreMatildas/Msn
Vídeo: #NoMoreMatildas
Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.