Nanda Santana ha dedicado su vida a comunicar, su pasión. Es doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Comunicación Corporativa. Ha sido decana, directora de departamento y docente de Redacción Periodística y Comunicación Corporativa en la Universidad de Segovia. La docencia, dice, fue una elección entre comillas porque le llegó antes una oportunidad laboral como docente que como periodista.
Nanda afirma que el feminismo y la conciencia de las desigualdades y de las injusticias son cosas que ha tenido siempre muy adentro. “Descubrí que era feminista muy pronto, cuando a los 7 u 8 años mi madre me obligó a hacerle la cama a mi hermano”, dice. Sin embargo, su curiosidad por la igualdad y el género llegó mucho después. Tampoco lo había buscado. “Cuando era decana un compañero me dijo que le habían encargado una conferencia sobre cómo afecta el género al desarrollo profesional del periodismo. Me preguntó si quería darla y le dije que sí. Estaba embarazada de mi hijo y a raíz de esa conferencia empecé a pensar que podía ser una buena línea de investigación”, cuenta.
«se puede hacer un periodismo de calidad con perspectiva de género»
A partir de ahí comenzó su formación en igualdad. Y su lucha para que el conjunto de profesionales y de empresas del sector de la comunicación incorporasen la perspectiva de género en su día a día. Nanda pone como ejemplo los avances conseguidos con la firma del protocolo de actuación entre el Instituto Canario de Igualdad y RTVC el pasado 3 de marzo. El objetivo: mejorar el tratamiento de la información en materia de género, además de incorporar medidas de conciliación entre la plantilla del medio. Una petición que ya venían haciendo comunicadores como Nanda pero que no calaban quizás, como dice Santana, «porque no era el momento». Sin duda, ese es uno de los grandes retos de los medios de comunicación para armar junto al resto de agentes sociales el esqueleto de una sociedad igualitaria.
¿Existen espacios definidos en los medios de comunicación para abordar los avances y las problemáticas relacionadas con la igualdad de género?
Creo que sí. Cada vez hay una mayor sensibilidad hacia los temas de igualdad en las personas que deciden los contenidos para dar cobertura y tratamiento informativo. No tienes más que leerte el blog Mujeres de El País, por ejemplo, para tener una muestra evidente de que se puede hacer un periodismo de calidad con una perspectiva de género. De todas formas, más allá de las secciones específicas, para mí lo deseable es que la perspectiva de género impregne todo nuestro trabajo. Tener perspectiva de género es mirar la realidad con los ojos de todos y de todas. Esto es aplicable a cualquier área del medio desde donde hagas información. Es una forma de mirar el mundo, que luego aplicas a todo lo que haces.
Todo esto se consigue a través de acciones como, por ejemplo, la creación de la asociación de Comunicadores de Canarias por la Igualdad (COCAI) de la que fuiste presidenta. Cuéntanos un poco en qué consistió esta iniciativa.
Creé COCAI porque me di cuenta de que era muy importante formar en igualdad a las personas del sector de la comunicación. COCAI nace con esa idea: intervenir, proponer y cambiar los contenidos para que lo que llegue a la sociedad sea algo más acorde con la realidad.
Hubo dos proyectos muy bonitos, el primero fue la Cátedra de Cine Josefina de la Torre, que tuvo solo una edición pero tuvo mucho impacto porque era muy potente. El segundo fue Hakawatis de Hoy: Canarias contra la Violencia de Género. Mientras, seguíamos ofreciendo a las empresas e instituciones acciones formativas como, por ejemplo, el Plan de Igualdad. El objetivo era dar formación a los directivos empresariales para que entendieran por qué estos planes eran beneficiosos para sus empresas y se decidieran a ponerlo en práctica. En esa época, solo tenían obligación legal de contar con un Plan de Igualdad las empresas que tuvieran más de 250 empleados, si no recuerdo mal. Nosotros queríamos llegar a las PYMES que quisieran implantarlo por convicción no por obligación. Porque, al final, todo lo que haces por obligación pero no lo haces desde el corazón no funciona.
Hablemos del proyecto ‘Hakawatis de Hoy’. ¿Cuáles eran sus objetivos y su filosofía?
Un hakawatis en el mundo mediterráneo oriental es un cuentacuentos, un personaje de la tradición oral. Me pareció una metáfora muy bonita porque los comunicadores, en sentido amplio, somos contadores de historias. Hakawatis del siglo XXI que se sirven de la tecnología para contar historias y difundirlas a un público masivo.
En aquella época la gente asociaba la violencia de género con la violencia física. Pero hay muchas más: la Mutilación Genital Femenina, el acoso laboral, la violencia psicológica, el mobbing maternal… Era un proyecto para visibilizar todas las formas en las que se manifiesta la violencia de género. Y queríamos hacerlo en positivo, contando historias de supervivientes, de mujeres que lo han vivido y lo han superado. Los medios teníamos que dejar de contar historias de víctimas para contar historias de supervivientes.
Ahora, en 2021, gracias al movimiento #MeToo, todo el mundo tiene claro que una agresión sexual, el acoso o la discriminación laboral son violencias machistas, pero en 2011 no lo era.
Empezamos con una exposición fotográfica, que llevamos a otras islas. El segundo año le tocó el turno a la literatura, hicimos un libro de relatos. Y el tercer año se hizo un calendario solidario con viñetas.
Ahí empecé a vivir violencia de género psicológica a raíz de mi divorcio. Eso, unido a la falta de socios, hizo que, al final, metiera todo en un cajón. Dejé COCAI y dejé Hakawatis guardados porque tenía una situación familiar totalmente judicializada y empezó a afectarme a nivel de salud. Me gustaría recuperarlo de otra manera, pero, aunque estoy mejor que hace uno, dos y tres años, estoy esperando a recuperarme yo.
¿Cómo has vivido las consecuencias de haber sufrido violencia de género psicológica?
Cuando empecé a contar mi historia, que fue en 2013, este concepto era algo desconocido. Hablé con mi médico, con la pediatra de mis hijos, con los abogados de oficio, psicólogos, técnicos de igualdad… Yo sabía que me hacía daño a través de mis hijos, la única forma que tenía de hacerme daño. Tenía súper claro que era violencia de género, pero ni siquiera, habiendo armado el proyecto Hakawatis, sabía que era violencia de género psicológica. Fue muy duro porque tuve que luchar contra un acoso sistemático de mi ex marido.
tenía claro que era violencia de género y sabía que me hacía daño a través de mis hijos
Eso sí, aunque nadie me lo dijo nunca, yo seguía insistiendo. No solo por la conflictividad de mi ex sino por la de mis hijos hacia mí. Ellos me echaban la culpa de todo. Cuando un niño está furioso porque tiene dolor y le dicen que toda la culpa de lo que pasa la tiene su madre, te puedes imaginar. A mí me dijeron de todo, mis propios hijos. Y eso es durísimo. Súmale el tener que ir a tribunales por todo: por el pago de los gastos o la custodia de los niños. Pero también para poder estar con mis hijos el día de Reyes.
En 2019 tuve la suerte de que mi tía me dejó una casa y me cambié de centro de salud. Me tocó una doctora que me remitió en seguida a Salud Mental porque me vio angustiada, agotada, desbordada y deprimida. Allí, por fin, el psicólogo me dijo que lo mío era un cuadro de violencia de género psicológica de manual. Me dijo que podía haberme vuelto loca y me recomendó leer el libro “El acoso moral” de Marie-France Hirigoyen, experta en victimología. Entonces empezó mi resurrección porque empecé a entender lo que había vivido.
¿Es el sistema incapaz de dar respuesta a mujeres y niños que sufren violencias machistas en general, particularmente las que no se ven?
La violencia de género psicológica tiene el problema de que no puedes aportar un parte de lesiones. Una de las cosas que tengo pendientes es abrir una petición en change.org para pedir que se cree un parte de lesiones emocional. Eso vale para todo, no solo para quien sufre violencia de género. Vale para un menor que esté sufriendo acoso, por ejemplo. Aunque en el tema del bullying se está avanzando mucho, por eso tengo esperanza. Hace veinte años eran cosas de niños. Ahora se llama bullying y hay un protocolo aprobado para saber cómo actuar cuando se produce.
Se me viene a la cabeza el caso de Rocío Carrasco, que no sé si es el mejor ejemplo, pero es el más actual. ¿Por qué es tan difícil que la sociedad crea lo que cuentan las mujeres cuando hablan de violencia de género?
Lo he seguido un poco y, así de entrada, la creo porque muchas de las cosas que cuenta las he vivido yo. Las personas que ejercen la violencia psicológica, no solo la de género, tienen un perfil psicopático y, como tal, actúan de forma muy similar. Nadie te cree porque a nivel social estas personas son encantadoras. Tienen una fachada social, tienen carencia de empatía y no van a cambiar. La que tienes que cambiar eres tú y aprender a hacer frente, a protegerte. En el caso de la violencia emocional es vital porque nadie te va a creer.
Las personas que ejercen violencia psicológica tienen un perfil psicopático y actúan de forma muy similar
Hasta hace 3 días todo lo relacionado con las emociones no estaba en la agenda política. Ha tenido que venir el coronavirus para que empecemos a hablar con cierta normalidad de cuál es el impacto en la salud mental de las cosas que nos pasan, de estrés, de ansiedad, de depresión… Pero esto no ha sido lo habitual hasta ahora.
Me sorprende que en los medios siempre se hable de la víctima y nunca de la persona que agrede. ¿Por qué crees que pasa esto?
Según como tú hables del agresor te puedes arriesgar a que te denuncie por vía penal por intromisión en el derecho a su honor. A nivel genérico, sin poner caras ni nombres ni apellidos, creo que debería ponerse el foco más en el agresor que en la persona agredida. Porque le evitas a ella una segunda victimización y porque vas a la raíz del problema. ¿Quién tiene la responsabilidad de que esto haya pasado? Obviamente quien ha actuado con violencia.
Aún hay mucho machismo en las mentes. Todavía hay mucha gente que lo primero que piensa cuando dices que han violado a una chica es que algo habrá hecho, que la culpa es de ella. Ese no es el tema, el tema es por qué ellos han hecho lo que han hecho.
¿Crees que por eso sigue existiendo la violencia de género tal y como sigue existiendo en pleno siglo XXI?
Yo creo que en muchísimas personas aún no ha calado el mensaje de que somos iguales en derechos y en dignidad. Por eso es tan importante que sigamos insistiendo en la importancia de la educación, de la formación, de las campañas de sensibilización y de concienciación. ¿Por qué en EEUU le pones el pie la cara a un negro? Porque en el fondo piensas que no es igual que tú y que tienes derecho a hacerlo porque es inferior. Vivimos en un mundo muy violento en el que se nos ha enseñado que la violencia es la forma más rápida de solucionar un problema. Y ciertamente es la más rápida, pero eso no significa que sea la adecuada, la justa o la legal.
Nanda Santana: la importancia de comunicar desde el amor
¿Qué lugar debe ocupar la igualdad de género dentro de nuestro sistema educativo?
Para mí formar en igualdad de género desde que una persona entra en el sistema educativo es vital. Es tan importante como que le enseñen a leer, a escribir o a hacer operaciones matemáticas básicas. Cuando se educa en igualdad desde pequeños y pequeñas, se derriban muchas de las barreras que han hecho que, hasta ahora, para las niñas y las mujeres la vida sea una carrera de obstáculos.
Formar en igualdad implica formar la mirada a las otras personas, a los derechos, a la diversidad o a la justicia
Si educas desde pequeñitas a las niñas en una sana autoestima, en que pueden conseguir todo lo que se propongan, en que no tienen que depender de una relación sentimental para estar completas… Si educas a los niños desde pequeñitos en que las niñas son iguales, a nivel personal, profesional, formativo, familiar… estás previniendo el maltrato machista cuyas raíces están en considerar a las mujeres alguien inferior y que es de tu propiedad.
La igualdad debe ser un valor transversal que llegue a todo el sistema educativo. Formar en igualdad implica formar la mirada al mundo, a las otras personas, a los derechos, a la diversidad o a la justicia.
Recientemente has acogido a una persona senegalesa en casa. ¿Cómo crees que se debe afrontar el tema de la inmigración, ahora que recibimos tantos mensajes de odio con respecto a este tema?
El problema es que tenemos miedo y está muy alimentado por mensajes que vemos en los medios de comunicación. Los canarios debemos recordar que emigramos por necesidad a Cuba, a Venezuela, buscando un futuro mejor para nosotros y para nuestras familias. Estas personas hacen exactamente lo mismo.
Nos hemos olvidado de ver en el otro a un ser humano con dignidad y con derechos. Cuando uno va por la vida con gafas de sol ve una imagen distorsionada. El miedo es una emoción humana. Pero las personas con inteligencia emocional saben que el miedo está para ser superado. Porque el miedo paraliza y en la vida hay que actuar.
Cuando hablo con Nanda no puedo evitar pensar en aquella frase de Galeano en la que decía que la utopía servía para caminar. Eso es lo que hace ella cada día: mirar al horizonte y caminar hacia la utopía, aunque ella se aleje. Con coraje y con mucho amor. Amor por la vida, amor por los seres humanos y por ella misma.
Nanda es la luz y la sombra, como todas las personas, pero tiene muy claro cuál es la parte que quiere alimentar. Implicarse a fondo para mejorar su existencia y la de quienes la rodean es una elección consciente y meditada. Algo que, al igual que alegrías, le ha dado muchos disgustos. Sus hijos, dice, a veces no la entienden. Sin embargo, ella sabe que no hay otra manera de hacerlo porque, explica, “estos ocho años no he hecho otra cosa que ser ayudada”. Ha escrito, y mucho, porque es terapéutico y porque sabe que su experiencia le puede servir a muchas personas. Solo esperamos que ese libro pueda ver pronto la luz y que ella reciba el mismo o más del amor que ha esparcido por el mundo.
Fotos y vídeos: Txefe Betancort / Facebook de Hakawatis / Facebook de Cátedra de Cine Josefina de la Torre
Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.