Leyendo un artículo en La Voz de Galicia supe que la diseñadora e ilustradora gallega Marta Riera se había propuesto visibilizar rostros de mujeres científicas. Gracias a su buen trazo y a un proyecto de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Vigo, féminas destacadas en el mundo del conocimiento han quedado impresas en bolsas de tela que en su andar por las calles viguesas motivarán a más de una niña a interesarse por el fascinante universo de las ciencias.
Marta se recuerda dibujando desde que era una niña. Por eso estudió Bellas Artes en Sevilla especializándose en pintura. Desde que comenzó a cursar la carrera tuvo claro que le interesaba la parte comercial de las artes, “lo que antes era el dibujante comercial o el creativo, que ahora se conoce como el ilustrador y que contempla muchas disciplinas”, asegura cuando hablamos por vídeo conferencia sobre su acercamiento al mundo de la ilustración y el diseño.
«en España dedicarse cien por cien a ilustración es muy complicado»
En Florencia, Italia, asistió a una especie de mini grado de diseño gráfico y ahí se produjo su primer contacto con una asignatura relacionada con la ilustración. Al regresar a Vigo comenzó a dar clases y recibe el encargo de una editorial para hacer unas ilustraciones. “Ahí arranqué y luego, al cabo de tres años, contacté con una universidad en San Francisco, Estados Unidos, y me quedé un año haciendo un curso de ilustración. Cuando estudié Bellas Artes, en España no había estudios concretos de ilustración. Ahí me di cuenta de que aquello era lo que más me gustaba. Me gusta pintar, pero la parte del dibujo, el tener que estar sujeto a un encargo es realmente lo que me apasiona”.
¿Se puede vivir de la ilustración en España?
Tengo muy poquitos encargos de ilustración. Es lo que me encantaría, tengo la misma ilusión que vosotras con la revista y no la pierdo, pero en España dedicarse cien por cien a ilustración es muy complicado, poca gente puede hacerlo y eso que ahora la ilustración podemos decir que está de moda.
Cuando hablas de ilustración la gente sabe que es dibujo, que tiene que ver con publicidad o con una editorial, pero es complicado que el flujo de encargos sea continuo. Yo me dedico a la docencia desde hace tantos años y lo compagino. Cuando surge un encargo como fue este de las ‘Mujeres Científicas’, te agarras a él y lo coges con muchísimas ganas.
En Inglaterra, en Estados Unidos puedes ser ilustrador y puedes vivir bien como ilustrador; a lo mejor no te haces de oro porque no eres de ese top, pero hay encargos para los ilustradores. El problema es que aquí no hay encargos, de hecho, los ilustradores que realmente trabajan con cierto nivel, las publicaciones o las campañas de publicidad que hacen son, sobre todo, para el extranjero.
¿Qué te ha aportado dedicarte también a la docencia?
Para mi sorpresa, a mí me da muchísimo. Yo tenía experiencia de dar clases en secundaria y ahí estuve como cinco años. Este tipo de educación no es para mí, me cuesta muchísimo, me agota; yo necesito estar con gente que tenga interés, no que esté por obligación en el aula. Por eso, admiro muchísimo a los profesores de colegios e institutos porque me parece durísimo, me parece una carrera de fondo.
Sin embargo, en la universidad que estuve unos 15 años y de vez en cuando sigo dando algún curso, descubrí que me gustaba, conectaba con la mayoría de los alumnos. Hace cinco años empecé a dar clases de Historia del Arte y me fascinó, era un público donde la mayoría eran mayores de 60 años y es un alumnado maravilloso porque disfrutan; están ahí porque les gusta, porque les interesa y son como esponjas. Ahora organizo las clases online porque con este panorama ha cambiado todo, y muchos me siguen con la herramienta informática. Parecía que los iba a perder a todos siendo un público mayor y, sin embargo, ahí seguimos viéndonos una vez a la semana.
A mí me aporta mucho al mismo tiempo estar viendo imágenes de arte, también me inspira y me sugiere ideas para todos los niveles; yo creo que es un poco como la lectura, es como tener un cajón de sastre maravilloso del que echar mano. Aunque me dedique a muchas cosas diferentes, al final todo encaja.
¿Cómo nace este proyecto de imprimir en bolsas de tela los rostros de mujeres destacadas en diferentes campos del conocimiento?
Estas caras que aparecen en las bolsas ya las había realizado antes, entre 2018 y este año. La Unidad de Igualdad de la universidad me encargó estos nuevos seis personajes, pero el trabajo llevaba años. Eran caretas, como una especie de fichas para que los niños y niñas identificaran al personaje, leyeran quién había sido, se lo pusieran delante de la cara y jugaran a: “¿qué pasa si yo soy esta mujer?” Teníamos ya 25 personajes, decidimos parar y ahora se ha usado parte del presupuesto en un nuevo producto que tiene mayor visibilidad.
Así nacieron las bolsas, pero son muy poquitas. Espero que ahora la universidad vea que llama la atención, que la gente pregunta dónde se pueden comprar y en realidad no se venden. Lo que tendrá que hacer es destinar un presupuesto y, si las quieren comprar, la Universidad de Vigo tendrá que montar un canal de merchandising propio, como lo tienen la de Salamanca o Sevilla, y tener una gama mínima de productos con el logotipo de la universidad.
«cuando a las mujeres nos gusta nuestro trabajo somos más eficaces y gestionamos muy bien el tiempo»
En 2018 comenzaste a colaborar con la Universidad de Vigo en campañas destinadas a promocionar carreras científicas entre niñas y jóvenes. ¿Tropiezan hombres y mujeres con los mismos obstáculos a la hora de desarrollarse en las ramas de la ciencia?
El otro día en la televisión de Galicia entrevistaban a Deborah Ciencia, una divulgadora que está ahora muy de moda. Ella decía que es curioso que las niñas se van con una mayoría aplastante hacia las carreras biosanitarias, en un 75% y, sin embargo, en las más tecnológicas, no. Yo me imagino que llegará a haber un equilibrio en el tiempo. Sí que es verdad que en España dedicarse a la investigación, tanto para hombres como para mujeres, es super complicado por lo poco que se invierte aquí en investigación, o sea, es que no tienen ningún apoyo.
El sistema funciona fatal porque formamos muy bien a la gente, pero luego la mandamos fuera. Aunque nos parezca cara, la educación universitaria en España es muy barata en comparación con otros países, pero luego si la gente quiere seguir haciendo una labor de investigación se va. Yo creo que es difícil para todos. Imagino que antes había chicas que decidían que no les compensaba este esfuerzo, eso de tener que irse. Pensando en generaciones más jóvenes, creo que eso se va a acabar equilibrando, igual que se han superado muchas otras cosas a nivel de género.
Decía esta científica: “Yo lo que quiero es que las niñas tengan la libertad de elegir lo que les dé la gana”. Yo veo que las amigas de mi hija todas quieren ser médicas, hay una especie de boom. Son carreras difíciles si no te gustan, pero si te gustan es como para nosotras hacer letras. Lo importante es que la gente tenga libertad para poder elegir.
Tú que has estado en contacto con diferentes profesiones y empresas, ¿cuánto crees que ha ganado la mujer en el terreno de la igualdad?
En una empresa depende de la cultura de esa empresa. Yo tengo amigas que son ingenieras fantásticas, pero tienen un techo de cristal enorme. Me parece increíble que ganen menos que un compañero que tenga la misma función, eso me parece denigrante. En la empresa donde trabajo haciendo imagen por la mañana que es consultoría, formación y formación para directivos, el 95% somos mujeres -en una plantilla de 40 o 45 personas). La persona que la fundó lo que quiere es tener un buen equipo, que el trabajo salga adelante y, probablemente, cuando a las mujeres nos gusta nuestro trabajo somos más eficaces y gestionamos muy bien el tiempo.
¿Y qué pasa con la conciliación familiar y laboral?
Yo siento decirlo pero, viéndolo desde fuera, muchas veces les tiraría del pelo a muchas de mis amigas. Les digo que no las entiendo porque ellas siguen haciendo el mismo rol que hacían sus madres, pero para mí, muchísimo peor. Mi madre no trabajaba, estudió una carrera cuando nosotros éramos mayores, cuando pudo y se vio liberada, sin embargo, ellas están trabajando en unos puestos de muchísima responsabilidad y, al mismo tiempo, con toda la carga de la casa, los niños, las reuniones con los profes.
Yo les digo: “¿Tú qué has ganado?, tienes lo que tenía tu madre y hoy encima estás trabajando fuera de casa, con un nivel de exigencia, o sea, haciendo malabares. Exige o busca una pareja que sea igual que tú, los dos tenéis que estar, y no es una cuestión de medir, es decir, esto es un equipo”. Me parece maravilloso cuando hay una pareja en que la mujer tiene una posición profesionalmente más interesante o con mejores condiciones, cómo es el hombre el que hace la parte de conciliar. Eso cada vez lo vemos más, es mucho más habitual. Vamos a pasitos.
¿Qué impacto ha tenido la crisis sanitaria en el mundo de la ilustración?
En todo lo que tenga que ver con cultura, muchísimo. Yo puedo seguir trabajando desde casa, lo hacía antes y me gusta, pero me imagino que hay empresas que manejan presupuestos más pequeños o más ajustados y hay ilustradores o diseñadores que claramente les ha bajado el número de clientes.
Yo tengo trabajo porque hago muchas cosas a la vez, pero en la cultura si piensas en los músicos, no solamente los que están en el escenario, sino en la gente de producción tiene que ser una barbaridad. Yo he hecho un reajuste, las clases no pueden ser presenciales, las hacemos online.
Sobre todo, es esa sensación de incertidumbre. Si supiéramos que esto va a acabar en un plazo más o menos corto, pero hay mucha incertidumbre y yo lo que percibo a mi alrededor es que nos sentimos abandonados, en general, no solo como profesionales, sino como sociedad porque ves que la clase política no está a la altura de este momento histórico tan importante. Tendrían que estar todos a una y la sensación que yo percibo y que nos afecta en este pesimismo que llevamos, es que vemos que no nos acompañan.
Marta Riera: de paseo por Vigo con mujeres científicas
A pesar de los tiempos que corren y el haber perdido a su hermano Pablo, alma máter del proyecto Galifornia, hace apenas un año, Marta es una persona optimista, positiva, que sonríe francamente mientras habla. Conectamos desde el primer momento, como si nos conociéramos de toda la vida. Quizás fuera, entre otras cosas, por ese hilo invisible que une desde hace tantos años a cubanos y gallegos.
Después de un año muy complicado para todos, en particular para su familia, cuando le pregunto qué le pide a 2021, sin dudarlo responde: “Que no me toquen a la gente que quiero porque no aguantaría otra pérdida, que podamos salir de esta situación, que la clase política esté por una vez un poco a la altura. Me niego a pensar que la sociedad tenemos los políticos que nos merecemos, creo que somos mejores que ellos. Me gustaría que la gente se dé cuenta de que no es cuestión de ideologías, sino de responsabilidad”. Y claro, que no le falten los encargos porque su momento mágico se produce cuando está conectada al papel y sus trazos van dando vida a las imágenes.
Si quieres conocer la historia de mujeres en el campo de la ciencia, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/ciencia-no-se-escribe-con-m/
Fotos: Cortesía de Marta Riera
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.