Se me ocurre que el nombre Malena podría significar alegría, sinceridad y simpatía. Pienso en más sustantivos, pero creo que esos tres definen la personalidad de una poetisa canaria que es, en sí misma, la continuidad de una saga familiar de escritores y pintores. Sentarse a conversar con ella en su casa con vistas al campo, es recuperar el optimismo extraviado; es contagiarse de la vitalidad que emana de su conversación inteligente y su sonrisa.
Malena Millares Ley lleva siempre en su bolso una libreta para anotar, dondequiera que esté, lo que podría ser el comienzo de un verso. Confiesa que tiene mal dormir y a veces en el duermevela llegan frases que anota, a oscuras, para que no se diluyan en los vericuetos de la memoria.
Cree que lo de escribir poesía no es necesariamente una cuestión genética; sin embargo, desde que nació se acostumbró a escuchar a sus tíos Agustín y José María Millares Sall recitando en su casa. “Es algo que tienes dentro como una semillita, que estuvo ahí desde que era una niña; escribía cosas pero las rompía por vergüenza o por respeto”, reconoce.
«Yo disfruto tanto viendo fútbol como escribiendo un poema»
¿Tu proceso creativo tiene que ver con la inspiración o con el trabajo?
Creo en las dos cosas porque, como decía un tío mío pintor, la inspiración es como una cuerda que viene bajando llena de nudos y de repente te llega un nudo, lo desatas, lo abres y ahí tienes para realizar un trabajo. Yo guardo en el cajón una frase, una cosa que me llega, incluso, viendo la televisión; escucho algo y no necesariamente tiene que ser todo en plan bucólico, sino que de lo más cotidiano me surge algo, un problema o viendo ahora, por ejemplo, imágenes de la guerra, me vienen cosas y lo que sí me tengo que preocupar es de plasmarlo, aunque sea en un solo verso, porque si no lo olvido. Tengo memoria de auténtico grillo hambriento (Ríe).
¿Si no hubieses tenido esa influencia de tus tíos Agustín y José María Millares Sall, hubieses escrito de igual manera?
Yo creo que sí. Estuve 30 años, desde los 20 hasta los 50, trabajando en un banco, sacando a mis hijos adelante junto con mi marido y no tenía tiempo para concentrarme o para ponerme a escribir. Bueno, algo escribía y eso no lo rompía porque ya era mayor y hubiese sido un pecado; lo tengo archivado, eran poemas, prosa, escribía sobre mis sentimientos.
Cuando me prejubilé, empecé a tener mi tiempo, mis hijos eran mayores, y debido a un taller de literatura que hice con el escritor Santiago Gil, ahí fue donde yo empecé a soltarme realmente con la poesía. Creo que, aunque no hubiese estado en ese ambiente, o no hubiese tenido a mis dos tíos Agustín y José María y a José Caballero Millares, probablemente igual hubiese escrito.
¿Qué nos desvela Un instante, tu primer libro de poemas?
Son palabras desde la experiencia, desde el sentir de la muerte, de la soledad, del amor, los recuerdos de la infancia. No tiene un hilo conductor, son poemas variados. A la hora de hacer la selección me fui unos años atrás, y al final me quedé con los que más me decían.
No tiene una temática común, hablo de lo que me preocupa, por ejemplo, la muerte que, más que algo feo, macabro, la veo como liberación, como un paso hacia otro lado que nos da mucho miedo por lo desconocido, pero creo que puede ser algo hermoso. Sigo escribiendo sobre eso porque a veces tengo la sensación de que ya he vivido algo, lo he pasado, he ido hacia ese lado y he vuelto, y entonces necesito echarlo para afuera.
«La lectura te hace volar, ser librepensador»
Tu literatura saltó de los talleres y las redes sociales a la publicación en papel. ¿Por qué tardó esa puesta de largo?
Bueno, no creo que haya tardado tanto. Pienso que ha salido en el momento que tenía que salir. Si yo ese ese libro lo saco al primer año, tú no estarías entrevistándome ahora. Creo que no lo hubiese leído nadie. Esto requiere mucho trabajo. Yo ahora veo la evolución; creo que uno está evolucionando siempre en todos los órdenes, en tu propia vida, en el carácter, en tu comportamiento como ser humano y en la escritura lógicamente. Sin embargo, me queda camino, hasta la muerte y más allá.
Este poemario ha salido en el momento oportuno y, sobre todo, porque dos personas muy cercanas a mí, José Rivero Gómez (Pepe Rivero) y Leopoldo O’Shanahan Roca (Poli), me decían desde hace unos años que debía publicar. Los dos se quedaron en el camino y no vieron el poemario, por eso está dedicado a ellos, en su memoria. Pensé que se los debía. Y que una tiene ya cierta edad como para decir: “¿A qué espero, a morirme?” (Ríe)
¿Qué tienen el común la poesía y el fútbol, otra de tus pasiones?
Yo disfruto muchísimo viendo fútbol. De hecho, fui bloguera unos diez años en la web oficial de la Unión Deportiva Las Palmas. El fútbol no deja de ser una forma poética del deporte. Cuando a uno le gusta y se mete en el partido y lo analiza ve que hay inteligencia, belleza, armonía. No sé si pueda tener algo en común con la poesía, sin embargo se disfrutan las emociones, cantar un gol, se te sube hasta la tensión arterial. Yo disfruto tanto viendo fútbol como escribiendo un poema.
«Conozco gente que me dice que no ha leído un libro en su vida»
En tus posts de Facebook y creo que en tu vida diaria está muy presente la obra de tu padre, Eduardo Millares (Cho Juaá) ¿Me equivoco?
A pesar de que no era un padre al uso porque era artista y bohemio, era un padre cariñoso, buenísimo; en la casa era el símbolo de la fantasía. Desde que tengo uso de razón, lo veía en su estudio pintando porque, además, era un hombre unidimensional, él no sabía hacer otra cosa. Desde que se levantaba hasta que acostaba estaba pariendo obra.
Además de ser un gran humorista gráfico, era un gran caricaturista y un gran pintor. De hecho, cuando se hizo su antológica, coincidiendo con el XX Aniversario de su muerte, fue la exposición más vista en el Centro Cultural CICCA, en Las Palmas de Gran Canaria. Nos dijeron que diariamente pasaban por allí unas 900 personas, incluidos los colegios. Mucha gente se sorprendía pues no conocía la pintura ni la caricatura de mi padre. La mayoría solo conocía el humor gráfico. Él estuvo más de treinta años en el Diario Las Palmas sacando viñeta diaria.
Tengo escaneadas unas cinco mil viñetas. Divulgo su obra porque tiene vigencia. Lo bueno del humor gráfico es que, cambiándole ciertos datos y fechas, es muy actual. Pertenezco una asociación que se llama ‘Se nos fue el baifo’, en representación de mi padre. ¡Qué menos que compartir ese legado tan bonito de mi padre! Tengo que ser generosa y mi padre, dondequiera que esté, estará muy contento de que lo esté haciendo.
Malena Millares Ley: sus versos nacen en el duermevela
¿Qué papel juega la literatura en estos tiempos complicados cuando desgraciadamente seguimos hablando de desigualdades o de guerras?
Un papel súper importante. A veces cuando voy por la calle, paso por algunos barrios y veo chiquillos tirados por ahí, me pregunto si habrán leído algún libro. Conozco gente que me dice que no ha leído un libro en su vida. Cada vez que tengo tiempo me gusta coger un libro y todos los días, aunque sea a través de las redes sociales, leo poesía, artículos porque te instruyen, te hacen pensar, estás con la cabeza viva y vibrando con todo.
Es importantísimo leer buena literatura. Yo tuve una época que, por el estrés de mi trabajo, tuve arritmias y recuerdo que cuando fui al cardiólogo le pregunté si llevaba algún tratamiento y él me dijo: “No te voy a mandar nada, el tratamiento va a ser pasear, oír buena música y leer buenos libros”.
Tiene que empezar desde la escuela, y la gran suerte sería que también se fomentara en las casas. Nosotras en el colegio leíamos en clase de literatura obras de teatro. Nos asignaban al azar los papeles, y a mí me tocaron algunos. De la emoción que tenía, a veces me tragaba las palabras. Recuerdo obras de Calderón de la Barca, Zorrilla…
El Quijote y el Lazarillo de Tormes estaban presentes, y supongo que hubo más lecturas. Agradezco mucho esa “obligación”.
Aunque la vida en ocasiones es dura y presenta situaciones desagradables, lo que hayas leído te hace entender que hay otros caminos a seguir, otras opciones que no sospechabas para resolver los problemas. La lectura te hace volar, ser librepensador, y no quedarte con cosas porque te las impongan.
Cuando se lo pide el alma, Malena escribe poesía o busca refugio y alimento en las reflexiones de otros: Agustín y José María Millares Sall, Juan Ramón Jiménez, García Lorca, Wislawa Szymborska, Miguel Hernández, los clásicos necesarios. Y de la tierra canaria, Alicia Llarena, Berbel, Pepe Junco o Cecilia Álvarez. Ella sabe que toda una vida no es suficiente “para conocer tanto poeta en el mundo”, sin embargo busca en los versos propios o ajenos la sorpresa, el aprendizaje, la emoción y esa savia que nutre a los espíritus inquietos.
Ráfaga de viento (Del poemario Un instante, 2021)
En mí la terrible duda de si soy
solamente este instante
un paso incierto por la nada
un pellizco de aire inesperado
una ráfaga de viento ya olvidada.
Un momento en el que creo
ser estela tutelada
un camino que se ensancha
un delirio doblegado.
En mí esa duda de los hombres:
una incógnita en mi piel
en mis ojos habitando
adherida a mis silencios.
Si quieres conocer la historias de otra poetisa, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/teca-barreiro-recibir-el-dia-leyendo-un-poema/
Fotos: Cortesía de Malena Millares Ley
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.