Recogió las palabras que había desparramadas por el suelo y las guardó en uno de los cajones vacíos, donde él almacenaba las corbatas. Una noche oyó toser y se sorprendió porque allí solo estaba ella desde aquella tarde que él se enfadó tanto y dijo aquellas barbaridades y ella le contestó que algún día se tragaría todo lo que estaba diciendo. La tos se fue convirtiendo en jadeo, asfixia y se tuvo que levantar de la cama. Abrió el cajón de las corbatas y las palabras no estaban allí.
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