Cuba es una mezcla infinita de razas y culturas. Casi todo el mundo tiene un abuelo canario, peninsular o africano. De este a oeste la isla huele a yuca, frijoles negros, plátanos maduros fritos y cerdo asado. La música es un elemento que está presente en sus calles casi las veinticuatro horas del día. Aunque haya un sol que raje las piedras, siempre hay un motivo para cantar un bolero o bailar un son. Yo que he vivido en La Habana, ciudad marinera y faro del Caribe, te lo puedo asegurar.
«Siempre hay un motivo para cantar un bolero o bailar un son»
El verde impera en la mayor de las Antillas. Cada tarde cae un aguacero y las plantas crecen como por arte de magia y los colores se multiplican. Y si truena, dicen los creyentes que es mejor invocar a Santa Bárbara o Changó, como le llaman los devotos de la religión yoruba, para calmar la tormenta.
La Naturaleza, exuberante y coqueta,muestra sus encantos a todo el que quiera apreciarlos. Cuando un día me dio por emigrar, en mis sentidos me llevé, grabados a fuego, el Valle de Viñales con sus originales mogotes y sus plantaciones de tabaco; las aguas turquesas y la arena blanquísima de la playa de Varadero; las calles empedradas y los edificios coloniales de la Villa de Trinidad o el encanto marinero de la ciudad de Cienfuegos.
La Perla del Caribe o el Caimán Verde, como algunos la llaman, fue codiciada, en otros tiempos, por corsarios y piratas que surcaban el mar Caribe en busca de tesoros. Es una isla que conoce muy bien los naufragios y la ira de los huracanes que azotan sus costas sin miramientos. Tierra que ha visto partir a los que, como yo, nos lanzamos a la aventura allende los mares. Isleños que sobreviven en otras islas y tierra adentro, en cualquier continente.
«Una isla que conoce los naufragios y la ira de los huracanes»
Vayas donde vayas te llevas en la mochila los olores, los sabores y la luz tan propia de esas latitudes. La música emigra también pegada a tu piel y aunque veas, como yo, nevar a través del cristal de la ventana, tus pies se moverán al compás de un sabroso son cubano. No importa que aprendas otro idioma y uses ropa abrigada, la nostalgia te jugará malas pasadas e imaginarás que en tu jardín crecen la palma real y la flor de la mariposa.
Los que nacemos en la Perla del Caribe anclamos en los recuerdos y, aunque el viaje nos lleve a los rincones más raros del mundo, la isla grande nos acompaña para siempre.
Por: Belkys Rodríguez Blanco
Fotos: Belkys Rodríguez/Ramón Rivero
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.