El piloto anunció turbulencias y pidió a los pasajeros que se abrocharan los cinturones. Ella se agarró con fuerza a los brazos del asiento, cerró los ojos y comenzó a repetir un viejo mantra como una letanía. En el asiento contiguo, él sonrió y le rozó discretamente la mano. Ella giró la cabeza y descubrió primero sus labios, luego su mirada serena y por último su voz. La tranquilizó diciéndole que aquel era el medio de transporte más seguro, que solo eran baches, como sucedía en la propia vida y luego volvía la calma.
Hablaron de literatura, cine, animales, del principio de aerodinámica, de las coincidencias, del destino o el azar; de lo que algunos llamaban causalidades, de sus vidas. El avión subía y bajaba esquivando la tormenta, pero ella solo pensaba en la transparencia de aquel rostro y en la parsimonia de las palabras que la arrullaban y le devolvían el sosiego. No supo en qué momento se durmió y, al despertar, la aeronave había tocado tierra y los pasajeros se disponían a abandonarla a toda prisa para no perder las conexiones.

Amalia miró hacia todos lados y desconcertada comprobó que su vecino de asiento había desaparecido. Buscó desesperadamente entre la multitud, sin embargo ningún rostro tenía su sonrisa. Ciertas habilidades con el pincel le han permitido dibujar un retrato que ha publicado en sus redes sociales con un breve texto: Chica del asiento 8A del vuelo 3467 de Air Europa que cubría la ruta Madrid-Venecia necesita encontrar al chico del 8B. Solo quiero darte las gracias por tus palabras sinceras y escuchar una vez más tu voz. Tus argumentos me convencieron y ya no tengo miedo a volar. Puede parecer absurdo y descabellado, pero creo que te quiero.
La compañía aérea ha intentado ayudarla sin resultados. Le aseguran que el asiento 8B no estaba ocupado. Amalia cree que es por culpa de la ley de protección de datos. Está convencida de que no fue un espejismo. Era un hombre de carne y hueso, probablemente la persona por la que había estado esperando toda su vida. Un pequeño milagro que todos los meses la empuja a subirse a un avión, con la esperanza de que alguna tormenta le devuelva el sonido de aquella voz con la que sueña cada noche.
A Ramón, mi Andaluz
Del libro «La punzada del guajiro y otros cuentos» (2021)
Si quieres leer otras historias en esta misma sección, pincha en el enlace: https://www.landbactual.com/en-carne-viva/
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.