Todo el mundo debería leer el libro de Raúl Gay: Retrón. Querer es poder (a veces). Me regalé esta lectura durante unas Navidades hace un par de años, y le agradezco a un antiguo compañero de trabajo que la pusiera en mis manos. Me quedó muy claro lo que implica tener que vivir con una discapacidad. Nunca antes había leído algo similar sobre el tema y me alegro de haberlo hecho.
Ya nadie podrá hacerme «cuentos chinos», ni convencerme de que son superhéroes que tienen que lidiar con cosas terribles y agradecen la discapacidad porque los hace mejores personas. Esto no es un manual de autoayuda. Aquí no hay tabúes y mucho menos un cuento de hadas. De discapacidad, humor y sexo va esta historia.
Descarnado, honesto, audaz, escrito con un gran sentido del humor y del dolor. No hay adornos ni anestesia a mano para aguantar las páginas más terribles. Raúl no se va por las ramas; va al grano y cuenta cómo ha sido su vida sin brazos y con un sinfín de operaciones en sus piernas.
He conocido a un focomélico (malformación consistente en la ausencia de elementos óseos y musculares en el miembro superior o inferior, según describen los especialistas) que se ríe de sí mismo y escapa de las lamentaciones y de las historias de superación personal.
Él desvela lo que otros no se atreven y encima, escribe muy bien. Porque, a pesar de los pesares, Raúl se hizo periodista y ahora comparte su vida con Elena, a quien tuve el placer de entrevistar en una ocasión, y con su hija. Como él mismo dice, es un hombre “moderadamente feliz” y yo le creo porque la honestidad emana a raudales por su afilada e inteligente pluma.
«No puedo empezar el día sin la ayuda de otra persona»
Esto no es una historia de príncipes y princesas de la factoría Disney. Es la vida misma, con sus luces y sus sombras (en su caso demasiadas sombras que ha espantado a golpe de gritos de dolor y rabia y echándose a veces unas risas). Es la narración de un hombre que manifiesta: «No puedo empezar el día sin la ayuda de otra persona; puedo liarme un cigarrillo; puedo encenderlo con la vitrocerámica; puedo follar; no puedo desnudarme para follar». Y para rematar asegura: «La discapacidad es una mierda; nadie en su sano juicio quiere ser así».
Me he reído y también he sentido una punzada en el estómago intentando imaginar su dolor (físico y espiritual). No me salté ninguna página. Me he bebido este libro que tiene muchos tragos amargos, sin embargo, me alegro de haberlo hecho. Admiro a este periodista y escritor, aunque estoy segura de que a él no le van los elogios ni las palmaditas en el hombro. Elena y su hija son muy afortunadas de tener a su lado un hombre como él.
De discapacidad, humor y sexo va esta historia
En esa misma sociedad donde tanto importa a veces la perfección del cuerpo y muchas personas luchan hasta la extenuación por alcanzarla, y la prefieren antes que un cerebro bien amueblado, Raúl trabaja, ama, sufre, ríe y, sobre todo lleva con valentía y desparpajo el cuerpo que le ha tocado. En Retrón. Querer es poder (a veces) comparte su experiencia sin tapujos, sin tabúes, su dolor y su sentido del humor. Totalmente cierto que «querer no es poder». Recomiendo este libro y yo misma volvería a leerlo, sin duda.
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.