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jueves, 21 noviembre 2024

Cristina Millán: quinta generación de viticultores

Cristina Millán Martín rompió el mito en Gran Canaria que aseguraba que la presencia de las mujeres era perjudicial para la calidad del vino. Al frente de la bodega San Juan, en la finca El Mocanal (Santa Brígida), ella saca adelante el negocio familiar de producción de vino. Esta ingeniera agrónoma es la quinta generación de una familia de viticultores. Muy cerca de la Caldera de Bandama, Cristina tiene su hogar y su negocio.

«Desde los cuatro años estoy pisando la uva»

¿Por qué decidiste desarrollar un proyecto tan intenso y complicado?

Desde los cuatro años estoy pisando la uva, es una tradición familiar. Me dieron de baja por embarazo de alto riesgo y me vi aquí un poco parada. Trabajaba peritando para una empresa, tenía que viajar mucho y caminar por las fincas. Entonces, en 2016, un turoperador me convenció para que abriera las puertas de la bodega para hacer las visitas. Me dicen que no sólo parí una niña, sino también un proyecto de bodega.

¿Cuál es la historia de la bodega San Juan?

La finca fue fundada por mi tatarabuelo, Juan Rodríguez Quegles, en 1912. Él fue fundador de la banca en Canarias. Fue el primer exportador de vinos a Inglaterra. Hay un parón con la Guerra Civil y luego retoma todo mi abuelo, José Millán Rodríguez, un pionero en el tema del vino en la zona de Monte Lentiscal. Después de la guerra, funda el Museo del Vino de Gran Canaria. Luego siguieron mis padres y mis tíos con las rutas turísticas. No soy yo sola, la familia sigue estando detrás cuando retomo en 2016.

Cristina Millán, quinta generación de viticultores

Había un cartel en la puerta de la finca que prohibía la entrada a las mujeres, y tú fuiste la primera en Gran Canaria que pisó la uva rompiendo el mito.

Sí, había un cartel rojo, grande en la puerta de la bodega. No se permitía la entrada a las mujeres. Mi abuelo lo quitó, pintó la puerta de verde y dijo: “aquí entran las mujeres”. Creo que decían que al tener la regla estropeaban el vino en las barricas, que eso influía en la calidad del vino. Fui la primera en pisar la uva. Hoy en día hay muchísimas enólogas que están directamente haciendo vino. Creo que fue un mito creado por los hombres para entrar a las bodegas a jugar a las cartas, a beber. Querían tener su espacio, su intimidad.

¿Cómo se desenvuelve una mujer en un mundo que ha sido casi exclusivo de hombres?

Bueno, el mundo está cambiando. Cada vez hay más enólogas, mujeres que se especializan en el mundo del vino. Lo que sí es más complicado es ver una mujer en la viticultura, en el campo. Pero te desenvuelves igual que un hombre. Yo no veo ninguna diferencia entre un hombre y una mujer para desempeñar ninguna función. Sólo hay que estudiar, prepararse y manos a la obra. Para hacer un buen vino hay que trabajar bien la tierra. Para tener un buen vino hay que tener una buena uva y un buen suelo.

Cristina Millán, quinta generación de viticultores

¿De qué manera te reciben cuando vas a desempeñar tu labor como perito de fincas?

Hay mucha gente mayor en las fincas y siempre me espera un hombre. Veo caras en plan: “ya viene la perito mujer”; piensan que no me voy a enterar de nada. Pero luego se sorprenden del trato. Hay que tener un poco de psicología y hacerles ver que tú sabes igual que ellos. Cambian el chip desde que ven que tú estás involucrada igual que ellos, intentando hacer el mejor trabajo.

«He vivido aquí y mi sueño es este»

Bodega San Juan, El Mocanal

¿Qué significa la tierra para Cristina y su familia?

La tierra es la base de todo esto. Gracias a que estamos en las faldas del volcán del Pico de Bandama, tenemos un suelo picón que retiene muchísimo la humedad y gracias al picón tenemos estas uvas. Aquí en las parras ahora mismo no tenemos riego. El suelo lo es todo, si no tuviéramos este suelo no tendríamos uvas, las parras no resistirían tal sequía. Cada vez llueve menos y aunque las parras son fuertes necesitan un poco de agua. Gracias también a los alisios que los tenemos hasta junio, julio, se forma una nube que crea un poco de humedad. Los vinos son muy minerales por el alto contenido de hierro de la tierra; son muy salinos debido al suelo volcánico. Nuestros vinos de Canarias tienen un sabor y un olor distintos.

¿Qué vinos se producen en esta bodega?

Son cinco variedades las que tenemos plantadas en la finca: listán negro, negramoll, malvasía, moscatel y listán blanco. En 2017 y 2018 sólo hicimos vino tinto Mocanal (con listán negro 85% y un 15% negramoll). En 2019 han vendimiado uva blanca y vamos a sacar el primer vino blanco para embotellar en 2020. Hemos terminado una bodega nueva con más instalaciones y equipos.

¿Cómo te ves dentro de diez o quince años?

Me sigo viendo aquí. Me gustaría que esto funcionara con más gente, con más turistas. Estamos empezando. Que nos conozcan un poco más aquí y fuera. Me llama la atención exportar vino todos los años, aunque sea en cantidades pequeñas. He vivido aquí y mi sueño es este.

¿Crees que tu hija Inés continuará la saga familiar?

Ella vendimia con nosotros siendo tan pequeña. Me encanta verla ilusionada. Le gusta enseñar la bodega cuando viene alguien. Claro, lo está viviendo desde chiquitita. Me hace gracia verla metida en este mundo. Ojalá que le guste y que quiera continuarlo. Yo no obligo a nadie, tiene que vivirlo, eso se siente.

Cristina Millán: quinta generación de viticultores

La ilusión de Cristina Millán sigue siendo la de aquella niña que con sólo cuatro años pisaba la uva. Rompió un mito y ha luchado por materializar un sueño. Su generosidad y su amplia sonrisa te contagian de ese optimismo tan necesario para emprender cualquier proyecto. En un pequeño paraíso bautizado como El Mocanal, una mujer emprendedora trabaja duro para mantener la tradición enológica, en una tierra donde sus frutos tienen el sabor del volcán que los ampara.

Fotos: Aportadas por Cristina Millán

Vídeo: Alejandro Umpierrez de Wando Life

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Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.

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