La escritura es ese dulce vicio imposible de curar. Por las letras fluye un río de emociones, de magia, de realidad y, a veces, de irrealidad. Cuando un autor o autora se marchan de este mundo queda su legado, esas huellas indelebles que van más allá de una cuartilla y pasan a formar parte de nuestras vidas. Almudena Grandes se fue hace unos días y se fue demasiado pronto. Muchos de los que asistieron a su entierro portaban libros para consolarse, recordarla y llorarla. Era madrileña, del barrio de Chamartín. Había estudiado Geografía e Historia, pero la literatura la sedujo desde muy temprana edad. Comenzó escribiendo textos para enciclopedias y luego llegaron los cuentos y más tarde las novelas. Almudena Grandes era la voz de la gente anónima.
Su primera novela: Las edades de Lulú, publicada en 1989, ganó el XI Premio La Sonrisa Vertical. Almudena solo tenía 28 años. Esta obra cargada de erotismo fue llevada al cine por Bigas Luna y traducida a 20 idiomas. Ese fue el comienzo de una larga y rica carrera literaria marcada, indudablemente, por un fuerte compromiso político. Paralelamente escribía artículos de prensa. “La memoria también pertenece a la gente anónima y es a ellos a quienes de algún modo se suma y presta voz en los periódicos. Aquellos y aquellas que no tienen sitio en la gran épica del siglo XX son quienes le interesan”, publicaba el periódico El Mundo en un artículo que hace un recorrido por la vida y la obra de Grandes.
Después de su primer éxito literario llegaron otras obras: Te llamaré Viernes (1991), una historia de amor y desconsuelo; Malena es un nombre de tango (1994), Atlas de geografía humana (1998), convertida en película también; Los aires difíciles (2002) y Castillos de cartón (2004). El corazón helado (2007), la historia de una familia que prosperó durante el franquismo y la de otra condenada al exilio tras la Guerra Civil.
Inés y la alegría (2010) fue el comienzo de ‘Episodios de una Guerra Interminable’ y premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mejor novela publicada en español por una mujer. Con la cuarta entrega de esta serie: Los pacientes del doctor García, Grandes obtuvo el Premio Nacional de Narrativa. “La España del siglo XX y del XXI es el lugar donde concreta ya en adelante el volumen de su obra literaria, de un realismo propio donde la introspección psicológica impulsa a los personajes y sus tramas”, apunta El Mundo.
La problemática de la mujer y los siglos de opresión marcaron su narrativa. Sin embargo, recalcó siempre que ella no era una escritora de género, ni siquiera de género femenino. “No me gusta el término “literatura femenina” porque no existe el término “literatura masculina”. La literatura ha sido una actividad casi exclusivamente masculina durante siglos, y por eso el canon literario es masculino.
Eso está bien, es normal, pero al hablar específicamente de “literatura femenina” se convierte a la literatura hecha por mujeres en una especie de subgénero aparte, y eso es injusto. La escritura tiene género, pero también tiene edad, nacionalidad, color, carácter… No me importaría que me consideraran una escritora femenina si me consideraran también una escritora morena, o primogénita de cuatro hermanos, o aficionada a cocinar. Todo eso soy yo, y todo lo que yo soy define mi literatura”, declaraba Almudena Grandes en una entrevista con sus lectores publicada por el diario El País.
«La problemática de la mujer y los siglos de opresión marcaron su narrativa»
Se dice de Almudena que era galdosiana, que lanzaba una mirada crítica a las problemáticas de estos tiempos y que mostraba un compromiso político en el sendero de la izquierda. El libro La herida perpetua agrupa los artículos publicados en El País; en esta columna de opinión pone de manifiesto la importancia que tienen para ella los asuntos ciudadanos. Precisamente en su artículo Mi virgen y yo, publicado el 21 de noviembre pasado, Grandes decía:
“Miro el Madrid que viene, con todos sus multimillonarios extranjeros, con la última definición del alto standing, con sus barrios invivibles para la gente normal, con el obsceno derroche de luces navideñas en plena crisis de consumo eléctrico…” Y al final sentencia: “Madrid habrá avanzado otro trecho hacia lo que nunca debería haber sido y nunca debería llegar a ser. La envidia de Europa, dicen. Una pequeña Nueva York de neones horteras, sin personalidad propia más allá de los churros. Las tiendas de la milla de oro estarán repletas de ricos gastando sin parar. En otros barrios, no quiero ni pensar”.
La escritura tiene género, pero también tiene edad, nacionalidad, color, carácter
Sus letras navegaron entre la ficción y la realidad. Cronista de su tiempo, Almudena Grandes deja como legado una obra extensa e intensa. El último de sus proyectos literarios, la serie de novelas titulada Episodios de una guerra interminable, está compuesto por seis novelas independientes que narran momentos significativos de la resistencia antifranquista en un periodo comprendido entre 1939 y 1964. Cinco de ellas fueron publicadas: Inés y la alegría (2010), El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014), Los pacientes del doctor García (2017) y La madre de Frankenstein (2020). Mariano en el Bidasoa, la última de la saga, se publicará de manera póstuma y su argumento se centra en el año 1964.
A Almudena la derrotó el cáncer pero, aquel día cuando sus lectores levantaron sus libros en el entierro, le ganaron la batalla a la muerte y al olvido. Plumas así se vuelven eternas; el vínculo que ella estableció con sus seguidores continuará vivo, latiendo en ese espacio sagrado donde el contador de historias conecta con la emoción y la transmite. Sus letras han alcanzado otra dimensión, las palabras han escapado de las hojas y vuelan libres conquistando otros universos.
Si quieres conocer la historia de otras grandes mujeres del mundo de la cultura, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/edith-piaf-no-lamento-nada/
Fotos: Marca/El Cultural/ABC
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.