En la festividad celta de Samhain se despedía al verano y el fin de la temporada de cosechas. Finalizaba el mes de octubre y la época oscura se iba acercando sigilosamente. Los antiguos celtas creían que la línea que unía este mundo y el “más allá” se diluía y los espíritus malévolos y benévolos pasaban de un lado a otro con facilidad. Los buenos eran homenajeados y a los dañinos había que alejarlos a cualquier precio. Algunos cuentan que se usaban trajes y máscaras pues esa era la única manera de mantener a raya a las almas malas.
«una velada especial en la que lo pagano y lo cristiano se confabulan»
Esos fueron los orígenes de Halloween, fiesta pagana que muchos llaman Noche de Brujas, Noche de Muertos o Víspera de Difuntos. La celebración moderna, con disfraces y jolgorio, es una mezcla de la tradición celta y la cristiana del Día de Todos los Santos (1 de noviembre). Los niños van de puerta en puerta pidiendo dulces; se hacen hogueras, visitas a casas encantadas y se leen historias de terror. Y en una noche terrorífica, se imponen el negro, el naranja y el morado y, los más osados, se apuntan a los banquetes en las tumbas de sus antepasados.
Aunque en España algunos la consideran una “fiesta invasora” por las series y películas que llegan desde Estados Unidos, lo cierto es que, debido a su origen celta, existen muchas tradiciones relacionadas con espíritus y calabazas alumbradas con velas. En las Islas Canarias, un grupo de hombres dirigido por un “ranchero mayor” se reúne por estas fechas para entonar cánticos dedicados a las almas, las vidas de los santos y los milagros.
En Gran Canaria, los conocidos como Ranchos de Ánimas se hicieron populares en las localidades de San Mateo, San Nicolás, Ingenio, Valsequillo y Teror. El canto de versos improvisados (coplas y desechas), en el interior de una casa, se refiere a las ánimas de una familia. Sin duda, un primitivo culto a los muertos que ha perdurado en la tradición cristiana.
Halloween, Noche de Brujas o Noche de los Finaos: nombres distintos que confluyen en una misma jornada de fiesta popular en la que se comparten almendras, nueces, castañas y los vivos recuerdan con anécdotas a los que se han marchado, o cuentan historias de miedo para asustar a los incautos. Esta es, sin lugar a dudas, una velada especial en la que lo pagano y lo cristiano se confabulan, y los buenos espíritus hacen uso de sus artimañas para alejar a los malos.
¡Encended la calabaza que la época oscura se acerca!
Como cada 31 de octubre, ella se prepara para vaciar la calabaza y colocar dentro una vela de color rojo. Hace muchos años cruzó al otro lado del velo. No era tan mala para ir al infierno ni tan buena para que le abrieran las puertas del cielo. Y allí se quedó, en territorio de nadie, en un limbo confuso esperando lo que el hechicero llamaba “el alma gemela” que jamás llegó mientras ella recorría los caminos del mundo de los vivos. Se llamaba Briana que significa “mujer de gran fortaleza”. Se convirtió en un hada celta y ahora tiene su morada muy cerca del gran acantilado, desde donde contempla cada atardecer la cola del dragón que dormita.
Cuentan que fue asesinada por un hombre que quiso obligarla a desposarlo. Él murió unos meses después. Lo encontraron flotando en el pantano con una flecha atravesada en la garganta. Y el pantano se convirtió luego en un lago de aguas cristalinas y cavernas sumergidas ante el asombro de los habitantes del pueblo donde nació Briana. Todo el que intenta adentrarse en sus aguas desaparece. El hechicero asegura que es el espíritu vengativo de la joven el que provoca tan extraños sucesos.
No valen rezos ni ofrendas. El hada celta es implacable, sin embargo, lo que nadie sospecha es que cada 31 de octubre, Briana deposita en la orilla una calabaza encendida. Es una señal. El que se atreva a sumergirse en las frías y oscuras aguas esa noche, podrá desposarla y vivirá junto a ella para siempre.
¡Permaneced atentos, esta historia de Halloween podría ser cierta!
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Fotos: Toledodiario/Viajabonito/USA Today/Unicornios y hadas
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.