Hace unos pocos días el diario El Mundo publicaba que el Ministerio de Igualdad ha alertado que, durante de confinamiento, las llamadas al 016 han aumentado un 18% y las consultas online un 269,57%, entre los días 14 y 29 de marzo, en relación al mismo período del año anterior. Las mujeres que sufren violencia machista lo tienen muy complicado: están obligadas a convivir con el maltratador. Sin ir más lejos, el pasado 4 de abril un hombre fue detenido en Las Palmas de Gran Canaria por matar a su esposa de 78 años. Es la segunda mujer asesinada por su pareja en España desde que comenzó el confinamiento.
«Las mujeres que sufren violencia machista lo tienen muy complicado: están obligadas a convivir con el maltratador»
Los expertos hablan del riesgo que supone para las víctimas y sus hijos estar encerrados 24 horas al día con sus maltratadores. La primera fue una mujer de 35 años, asesinada en Castellón el pasado día 20, en presencia de sus dos hijos menores de edad. El periódico El País publica que, en lo que va de año, 18 mujeres han muerto a manos de sus parejas o exparejas, 1.051 desde que existen registros oficiales, en 2003. Para la mujer maltratada, a la preocupación por la expansión del coronavirus se suma la espada de Damocles de la violencia machista que planea a diario sobre su cabeza y la de sus hijos. Una situación que va más allá de una crisis sanitaria y se convierte en una emergencia social.
Los medios de comunicación han difundido que el Gobierno ha decidido decretar como servicios esenciales los de atención y acogidas a víctimas de violencia de género, explotación sexual y trata con fines de explotación sexual; además de poner a disposición de estas víctimas alojamientos turísticos (hoteles) cuando estén en riesgo si los servicios de acogida no tienen disponibilidad, a fin de garantizar “una alternativa habitacional segura para las víctimas y sus hijos”, destaca El Mundo.
José Manuel Santiago, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, recalca que la interacción con las víctimas (llamadas, entrevistas, contravigilancia) no se ha relajado. Sin embargo, por si algún caso se les pudiera escapar, “pues la víctima no es capaz de denunciar”, Santiago pide la colaboración de los vecinos. “Aquellos que escuchen voces que se atrevan a denunciar e inmediatamente responderemos”, puntualiza. Si el quedarse en casa es una responsabilidad individual y colectiva, el poner en alerta a las autoridades competentes ante un posible caso de violencia machista también lo es.
Por su parte, la Fundación ANAR, de ayuda a niños y adolescentes en riesgo, ha atendido en una semana 270 peticiones de ayuda de menores. De ellas, 173 se han catalogado como casos graves por sufrir violencia dentro de sus propios hogares en estos días de confinamiento por la crisis sanitaria provocada por el coronavirus.
El eslabón más débil de esta cadena recibe los embates de una lacra que es ya una vieja conocida en la sociedad española, una triste y preocupante realidad que se instaló muchísimo antes de que apareciera el virus de marras. ANAR ha lamentado que en un momento en que nos estamos protegiendo de la pandemia y nos encontramos en un entorno seguro, muchos niños y adolescentes, “están sufriendo más violencia y desprotección que nunca”, según informa la agencia Efe.
«La pandemia está afectando ahora a niños y familias mucho más allá de aquellos directamente infectados»
Tal pareciera que, en tiempos aciagos, la violencia física y psicológica se aliaran con el enemigo invisible que nos acecha y que ya ha provocado hasta el momento 13.055 muertos en España. El confinamiento, en muchos casos, ha encerrado a las víctimas de violencia de género con sus maltratadores. No hay posibilidad de que esa convivencia malsana pueda ser interrumpida por otra actividad que no sea la de permanecer en casa. En declaraciones al periódico El País, Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno contra la violencia de género en España, asegura: “los agresores perciben impunidad y seguridad, porque el encierro dificulta salir de la relación o interponer una denuncia”.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), ha expresado recientemente en un comunicado su inquietud por el hecho de que millones de niños en todo el mundo vean cada vez más amenazadas su seguridad y bienestar, incluidas las víctimas de abuso, violencia de género, explotación y exclusión social, o estén siendo separados de sus cuidadores debido a las medidas tomadas para detener la pandemia de COVID-19.
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“En muchos sentidos, la pandemia está afectando ahora a niños y familias mucho más allá de aquellos directamente infectados”, ha dicho Cornelius Williams, Jefe de Protección Infantil de UNICEF. Estar atentos y denunciar es, por lo tanto, una obligación del conjunto de la sociedad. Una simple llamada puede poner en alerta a las autoridades y salvar vidas. La empatía y nuestra responsabilidad como ciudadanos pueden jugar un papel fundamental en estos casos y en estos tiempos.
Importante: El teléfono 016 atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas y en 51 idiomas. No deja rastro en la factura, pero hay que borrarla del registro de llamadas del teléfono móvil. También se pueden realizar consultas a través del email 016-online@mscbs.es. Además, se ha puesto en marcha un servicio chat de Whatsapp, a través de los teléfonos 682916136 y 682508507, para prestar apoyo emocional o psicológico inmediato. Los menores también pueden dirigirse al teléfono de la Fundación Anar (900 20 20 10).
Comentario: Belkys Rodríguez Blanco
Fotos: Toni Ferragut. El País, Cadena Ser, Crónica Global-El Español, La Vanguardia
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.