Mientras algunos barren calles y jardines, ella barre caras largas. Es enemiga acérrima del desánimo. Con su uniforme fosforescente y su nariz de payaso anda atenta por las plazas, los mercados, los bares, los hospitales y las playas buscando rostros compungidos. Un escobazo aquí, otro allá y todos escupen y hasta vomitan sus máscaras de bocas torcidas y ríen a carcajadas. Una risa contagiosa que se puede palpar y hasta recoger en bolsas de plástico para reciclarla si hiciera falta.
Ayer murió el perro de la barrendera y, desconsolada, vaga en busca de una escoba ajena que sea capaz de barrer su congoja, pues la suya la hizo añicos la rabia por la pérdida. Las lágrimas caen como aguaceros tropicales sobre los pantalones raídos y sus zapatos gastados. Tanto bien que ha hecho a la gente y ahora no encuentra a nadie que sea capaz de enjugar sus lágrimas y limpiarle los mocos.
La noticia deja a todos boquiabiertos: La barrendera del uniforme fosforescente y nariz de payaso que limpiaba la ciudad de caras largas ha muerto hoy en la mañana. La han encontrado sentada, la cabeza apoyada en el contenedor de basura, aferrada a una escoba, con una terrible mueca de dolor en el rostro, ahogada en su propia angustia.
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Fotos: Ben Kerckx (Pixabay)/Alefukugava (Pixabay)
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.