Javier López es pedagogo y promotor de Igualdad especializado en masculinidades. Se acercó a los temas de igualdad y al feminismo, dice, porque compartía su vida con mujeres feministas que le invitaban a hacerse preguntas y a reflexionar sobre el reparto desigual del mundo.
Durante su trayectoria profesional, trabajando con jóvenes, observó que “la juventud reproducía relaciones de desigualdad y machistas, comportamientos e idearios que creía superados”. Esto, indudablemente, le llevó a tomar la decisión de introducir valores relacionados con la igualdad.
Y hacerlo desde la posición que ocupaba. “Me di cuenta de que para hablar de igualdad, tenía que hacerlo desde mi propia condición de hombre, heterosexual, blanco y de clase media”, explica. Javier nos cuenta que hablar desde su “posición de privilegio” le sirve para explicar, y entender, que erradicar esos comportamientos e idearios machistas es un beneficio para todos y todas.
En L&B Actual conversamos ya con Javier para analizar la conducta y el contexto del maltratador en situaciones de violencia de género. Hoy tomamos como marco el ciclo de talleres sobre machismo y masculinidad que se encuentra realizando a lo largo y ancho de la isla de Gran Canaria.
Queremos saber cómo afectan los roles y estereotipos a los hombres, cuál es la relación de los hombres con la violencia o qué alternativas existen para replantearse esos conceptos y caminar hacia la igualdad.
«entendí que para hablar de igualdad, tenía que hacerlo desde mi propia posición de privilegio»
Hablando con hombres de mi alrededor siempre suelen llegar a lo que es natural en los hombres. ¿En qué medida tienen una influencia real y demostrada la educación, el contexto cultural o la biología en esta construcción de la masculinidad tradicional?
El género es un constructo cultural. En función de la genitalidad con la que nacemos nos educan y nos socializan de una manera determinada. Se promueven una serie de comportamientos, de actitudes y nos proyectan una vida.
No voy a negar que hay factores biológicos y físicos que nos diferencian. Ni que siempre va a haber machos y hembras de la especie porque, si no, nos extinguiríamos. Sin embargo, eso no condiciona las relaciones de poder que tenemos en el ámbito de la convivencia social, económica o política. Es una excusa.
Durante años hemos escuchado que la testosterona es casi la responsable de la estructura social, la que justifica, por ejemplo, la violencia de los hombres. Pero hay estudios que demuestran que pinta poco. Es verdad que después de un episodio violento se genera más testosterona, pero una cantidad mayor de testosterona no genera un comportamiento violento.
O sea se ha utilizado la diferencia de genitales para construir todo lo que nos rodea.
Exacto. Y se ha construido un ideario en torno a eso de forma que terminamos naturalizando la segregación. En el imaginario popular sigue estando la creencia de que las mujeres son más cuidadoras, que se les da mejor limpiar o que tienen más paciencia con los niños y las niñas. En cambio se piensa que los hombres somos más fuertes, más habilidosos con las manualidades, más racionales o más resolutivos.
Son cuestiones que terminamos por pensar que se dan de forma natural cuando lo cierto es que es producto de la manera en la que nos han educado. Es decir, qué nos han puesto a hacer a unos y a otras desde que nacemos.
«En función de la genitalidad con la que nacemos nos educan y nos socializan de una manera determinada«
El género también afecta a los hombres
¿Influye de alguna manera en la perpetuación de estos roles y estereotipos de los que hablas la forma en la que entendemos las relaciones sexo-afectivas?
Creo que la heteronormatividad, que se vea como norma que todo el mundo sea heterosexual, también está al servicio de la reproducción de un modelo social. En su momento hizo falta que los hombres trabajaran más horas y que las mujeres se encargaran de los cuidados de esos hombres y de los hijos para reproducir la clase obrera y mantener el sistema en funcionamiento.
La parte de la sexualidad -eso de que los hombres estamos abiertos 24 horas o el rol de cazadores que nos imponen- es otro mito. Dentro de la educación de la masculinidad hegemónica nos transmiten una sexualidad cuantitativa, falocéntrica y coitocéntrica. Y cuando los hombres hablan de sexo hablan de cantidad o de cuerpos cosificados, pero no de cómo se han sentido o de si ha sido placentero. Y esto al final hace que nos perdamos un montón de cosas porque no se convierten en espacios de comunicación y de encuentro, sino en espacios de validación de la propia masculinidad.
Por otro lado, como te decía, a los varones nos educan para ser duros y fuertes. Podemos expresar ira, euforia, enfado de una forma violenta y/o explosiva. Siempre tenemos que ganar y tener éxito a través de cualquier vía, por lo que tenemos que negar cualquier forma de vulnerabilidad. Esto nos niega también la expresión de emociones vinculadas a eso como la tristeza o la aceptación de que no tenemos todas las respuestas. No hablamos de esas emociones cuando las sentimos y acabamos por no identificarlas.
«la educación en la masculinidad hegemónica nos transmite una sexualidad cuantitativa, falocéntrica y coitocéntrica»
Esto de lo que hablas tiene mucho que ver con la violencia de género y con la violencia en general, diría…
El tema de la violencia relacionada con los hombres siempre genera un follón. Pero, es verdad, que las estadísticas demuestran que la gran mayoría de quienes ejercen la violencia son hombres. Seguro que hay muchas variables que intervienen, porque la realidad hay que mirarla con una vista interseccional, pero la masculinidad hay que tenerla en cuenta porque está súper presente.
Cuando somos pequeños, sobre todo a los varones, nos socializan a través de modalidades deportivas donde la fuerza y el contacto físico son importantes. La violencia está legitimada. Hay un código de que todo vale con tal de ganar. Nos educan en esa práctica y la llevamos luego a la vida de adultos reproduciendo frases del tipo: “Los negocios son los negocios”. Es decir, con tal de conseguir el objetivo no importa que escache a nadie. Ser hombre significa ser un tipo con éxito que ejerce poder en los distintos ámbitos en los que te relacionas.
Por otra parte, esto tiene que ver también con la negación de la vulnerabilidad que comentaba antes. Como no puedo mostrarme vulnerable, tengo que imponerme, como si es por la fuerza. Si no hablo de mis emociones, no aprendo a identificarlas y mucho menos a gestionarlas. Esto hace que, en general, los varones se lleven muy mal con la frustración y es muy habitual que haya explosiones violentas.
Con respecto a la violencia de género, si nos limitamos al concepto legal que se basa en las relaciones de parejas o ex parejas heterosexuales, habitualmente se reproduce una relación de poder de los hombres sobre las mujeres. Se imponen por discrepancias entre ellos, para dar una imagen social más favorable al rol que tiene que jugar el varón…
Esto me hace pensar en la masculinidad tradicional que empieza a quedar relegada por otros conceptos como las masculinidades disidentes o igualitarias. ¿Por qué y para qué se introducen este tipo de masculinidades?
Yo creo que se ha generado para cuestionar la masculinidad hegemónica. Preguntas por ahí qué es un hombre y todo el mundo traga saliva porque es difícil definirlo en positivo. Es más fácil definirlo en negativo, diciendo lo que no debe ser.
Por ejemplo, no ser femenino, nada que relacionemos con la homosexualidad (algo absurdo porque es como decir que un hombre homosexual no es un hombre) o nada relacionado con los niños en la medida de la dependencia emocional. Pero creo que esos términos sirven para decir que hay muchas maneras de ser hombre y, en esa parte, es positivo.
Si escarbamos un poco más, nos planteamos si estamos generando diferencias por el simple hecho de diferenciar entre lo masculino y lo femenino. Creo que, dentro de la gran diversidad que existe, todas las personas tienen diferentes potencialidades que deberían poder desarrollar independientemente de los genitales con los que nacen.
Entonces me parece útil que hablemos de masculinidades con un apellido distinto como primer paso. Sin embargo, creo que hay que ir dando un paso más para dejar de distinguir. Que cada cual, independientemente de su físico, pueda vivirse, desarrollarse y relacionarse como desee.
«Todas las personas deberían poder vivirse, desarrollarse y relacionarse como deseen, independientemente de su físico o sus genitales»
Es decir, que incluso apareciendo nuevos conceptos, sigue habiendo etiquetas y resistencias que no pueden dan lugar a una igualdad real.
Hay resistencias. Los cambios sociales, sobre todo los culturales e ideológicos -porque esto, aunque tenga repercusión en los estructural, en lo económico y en lo material, es un cambio cultural e ideológico- son a largo plazo.
Evidentemente ha habido avances. La mentalidad de la sociedad actual no es la misma que la de la posguerra o la del franquismo. Pero también hay muchas resistencias, ahora avaladas por algunos posicionamientos políticos que parece que le dan paraguas a toda una serie de comportamientos negacionistas.
Pasamos por una época de lo políticamente correcto en el que nadie parecía cuestionar mucho la necesidad de la igualdad. Pero la realidad es dialéctica y los cambios no son lineales. Estamos en un repunte del masculinismo cuando los asesinatos de mujeres, la homofobia y la violencia mahcista están a la orden del día.
Leía el otro día que, a lo largo de la revolución feminista, había nacido una mujer nueva pero que el hombre nuevo se resistía a llegar. ¿Crees que existe una resistencia por parte de hombres y mujeres a explorar el concepto de igualdad?
Evidentemente la mujer ha experimentado más avances. Han sido luchas y reivindicaciones de las mujeres porque estaban en una situación de discriminación y de desventaja. Luchas para conseguir derechos que ahora nos parecen elementales como poder trabajar o abrir una cuenta bancaria sin pedir permiso. Todo eso es producto de las luchas feministas.
El género es una relación de poder. Y como en toda relación hay, al menos, dos partes. Si una se mueve, la otra necesariamente se tiene que mover.
Si mi pareja es autónoma económica y laboralmente y toma sus propias decisiones mi rol cambia. Si la economía o la política antes eran espacios exclusivamente masculinos ahora es un espacio compartido con mujeres. Por lo que los espacios van cambiando. ¿Qué pasa? Que a lo mejor los varones no lo hemos hecho ni muy conscientemente ni muy alegremente. De ahí las resistencias.
Recientemente se han retomado los talleres del proyecto “Hombres de Gran Canaria por una isla libre de machismo” organizado por la consejería de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria. ¿Crees que existen espacios suficientes para que los hombres hablen sobre igualdad?
Yo creo que no hay espacios para repensarse en la forma de estar. Este proyecto nació en mayo de este año y el feedback que me dan los hombres que han participado [en los talleres] es que les resulta novedoso que haya un espacio donde se hable de sexualidad, de emociones o de resolución conflictos de una forma pausada y amable, sin caer en tópicos.
Son espacios para compartir, dialogar y reflexionar sobre la masculinidad que están dirigidos a la población en general. De hecho participan mujeres. Partíamos de que también es interesante escuchar cómo viven las mujeres la masculinidad no sólo en sí misma, sino compartida con las personas con las que se relacionan.
A los hombres les resulta novedoso que haya un espacio donde se hable de sexualidad, de emociones o de resolución de conflictos de una forma pausada y amable
¿Hay algo que te hayan comentado en los talleres que te haya sorprendido o extrañado que pase?
Hay cosas que tenía claras y muy razonadas desde un plano más teórico pero que no había constatado en el día a día. Y me ha servido para reafirmar. Por ejemplo, que un hombre diga que cuando está mal tiene que ocultarlo porque, si no, lo machacan.
Otro tema, que creo que juega a favor, es que muchos habían tenido la posibilidad de escuchar discursos y posicionamientos feministas que habían rechazado. Los debates los habían tenido con mujeres y era más una guerra de sexos. Sin embargo, en estos espacios se habla de ello con más presencia de varones; con todas las contradicciones que ello acarrea. Todas las personas, independientemente del género en el que nos socialicemos, reproducimos valores machistas por muy concienciados que estemos porque es estructural.
Lo más interesante es la sorpresa de muchos porque jamás habían hablado de estos temas de los que no se atrevían a hablar.
Javier López: «La sociedad igualitaria es esa utopía hacia la que debemos remar»
¿Qué crees que debe tener una sociedad para que sea realmente igualitaria?
Empezar desde cero (ríe). Yo creo que la sociedad igualitaria no existe ni va a existir nunca. Siempre va a haber injusticias y desigualdades. Pero creo que es el horizonte, la utopía hacia donde debemos remar y acercarnos cada cual con las herramientas que tenga.
Claro que, si le echamos una mirada a la historia, vemos avances. Por ejemplo, la relación entre hombres y mujeres era mucho más desigual que ahora, pero eso no significa que ahora sea igualitaria. [La igualdad] es esa progresión hacia la que hay que avanzar.
A mí me gusta lo de vivir en el intento, en lugar de morir en el intento aún sabiendo que no vamos a llegar. Es una manera de estar en la vida. ¿Qué hago? ¿Como no tiene remedio me cruzo de brazos y me acomodo a las desigualdades o intento desmontarlas aunque sepa que jamás las voy a desmontar todas? Yo apuesto por lo segundo con todas las limitaciones que supone.
Hace algunos meses hablé por primera vez con Javier sobre violencia de género psicológica para analizar la problemática desde el punto de vista de un hombre. Y ya hablamos de masculinidad. Recuerdo que me comentaba que en los talleres realizados en Gran Canaria se le acercaban hombres para decirle que se sentían reflejados en las situaciones que trabajaban y que se le habían removido cosas.
Las transformaciones más importantes vienen cuando nos miramos, miramos al otro, nos hacemos preguntas y exploramos respuestas que no sean las nuestras propias. Unas que se alejen del individualismo y que se enfoquen hacia el bien común, al respeto y la dignidad. En definitiva a los Derechos Humanos.
Muchas veces no tenemos las herramientas adecuadas para eliminar las desigualdades. Por eso es positivo que empecemos a buscarlas y participar en estos talleres es un paso más. Porque, como bien dice López, la igualdad es una carrera de fondo que no es fácil pero que, sin duda, merece la pena recorrer.
Si quieres leer lo que están haciendo otros hombres para conseguir la igualdad, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/argelio-gonzalez-la-lucha-de-los-hombres-por-la-igualdad/
Fotos: Cortesía de Javier López / Facebook Javier López
Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.