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martes, 3 diciembre 2024

Frida Guerrera: «El feminicidio es una emergencia nacional»

Se llama Verónica Villalvazo, pero todos las conocen como Frida Guerrera. Es comunicadora y activista contra la violencia machista. Vive y trabaja en México, un país donde, según las estadísticas, diez mujeres son asesinadas cada día y solo un 25% de los casos son investigados como feminicidios. A ella le duelen todas y por eso lleva años reportando asesinatos de bebés y mujeres desde El blog de Frida y La columna rota. Una historia detrás de cada vida cruelmente arrancada de cuajo, familias destrozadas que buscan respuestas. Frida las acompaña, las abraza y como ella misma dice se sienta «a escuchar el dolor, el infierno; el dolor habla y cuando habla está muy enojado».

Mientras la escucho, siento un nudo en el estómago y también una profunda admiración por esta mujer que se juega cada día la vida con las palabras y sus acciones, porque para ella es muy importante poner voz y rostro a las mujeres y niñas asesinadas y derrotar a la impunidad. Desde el otro lado del Atlántico, la voz de Frida Guerrera suena apagada a ratos por las terribles vivencias que cuenta; sin embargo, percibo la fuerza y la esperanza de una mujer que se levanta cada día dispuesta a reconstruir un mundo fragmentado.

«me preocupa en demasía ver una guerra entre hombres y mujeres»

¿Sucede algo en particular que hace que te decidas por el activismo contra la violencia machista?

En el 2006 yo hacía post e historias de todo tipo de violaciones graves a los derechos humanos. En ese momento estaba el conflicto magisterial de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) y yo daba voz a todos. No era un tema dedicado a la violencia machista, era un tema de derechos humanos. Estábamos hablando de un gobernador que estaba asesinando al pueblo y que duró muchísimos meses.

Yo no soy de allá pero decidí quedarme a vivir en Oaxaca, y empecé a hablar de diferentes temas, desde pederastia hasta el tema triqui que es muy fuerte a nivel indígena, porque precisamente las mujeres se convirtieron en botín de guerra en esta región. Es una lucha muy ancestral, pero finalmente a quienes asesinan es a las mujeres. Algo me jalaba hacia el tema de las mujeres no porque sea un tema en contra de algo en particular. Se trataba de visualizar algo que estaba pasando en ese momento y me quedé once años allí en Oaxaca, a trabajar otros muchos temas.

Las estadísticas hablan de 10 mujeres asesinadas en México al día, víctimas de la violencia machista. ¿Hay alguna manera de detener esta sangría? ¿Falla el sistema, las instituciones, la sociedad o todos a la vez?

Yo creo que es un conjunto de situaciones. Esto no tiene dos años, ni cinco años, esto tiene décadas y estamos hablando de gobiernos que permitieron que esto fuera creciendo porque mandaban mensajes muy claros de impunidad: «Puedes matar, puedes desaparecer, comértela, no pasa nada, no te vamos a buscar». Además de toda la corrupción que desgraciadamente ha padecido México durante todos estos años que finalmente el mensaje llega claro: «Si yo soy el presidente y me puedo robar lo que quiera del pueblo, pues yo si asesino a alguien no voy a ser castigado».

Es un conjunto de cosas, de una descomposición social terrible, donde dejaron de existir los adultos, donde hay chavos que no tienen guías, donde en las nuevas sociedades desgraciadamente, aunque no es la totalidad, la mayoría de los asesinos son jóvenes que no tienen consecuencias, no tienen reglas y, además de todo, no permiten que se les diga nada. Las instituciones han fallado, las autoridades han mandado estos mensajes de impunidad y la sociedad está resquebrajada. Esto ha generado que este caldo de cultivo sea lo perfecto para que siga creciendo y tal vez todavía no vislumbramos hacia dónde movernos para que esto pare.

Frida Guerrera: “El feminicidio es una emergencia nacional”. Foto: VICE

Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, solo el 25% de los casos de los asesinatos de mujeres son investigados como feminicidios, sin embargo el periódico El Universal habla de récord de feminicidios en 2020, ¿no es contradictorio esto?

Sí, de hecho, quienes dan el dato final, el dato duro, son las mismas autoridades, algo que antes no pasaba. Justamente por eso no sabemos bien cuáles son los números reales, porque antes de este actual gobierno no se daban esas cifras, se negaba todo el tiempo lo que estaba pasando. Nosotras empezamos a sacar nuestros datos y justamente el gobierno federal cierra el 2020 como uno de los años más violentos en contra de las mujeres. No todos son catalogados, aunque deberían pues está en el mismo código penal nacional, en el artículo 325; con solo uno de los siete componentes que hay en ese código se debe de clasificar como feminicidio.

Desgraciadamente, estos años de los que hablábamos, de neoliberalismo, de impunidad, de esta absurda guerra que Calderón le declara al narco en aquel momento, le da permiso a todo, entonces es más fácil para las autoridades decir que es la delincuencia organizada la que está matando mujeres y no hombres en particular. El porcentaje es muchísimo más alto, claro que sí, y lo que es diferente ahora es que las autoridades lo están aceptando más, pero todavía falta mucho. No se trata de aceptarlo, sino de evitar que se sigan asesinando mujeres.

¿Crees que la pandemia ha agravado esta situación?

Sí, absolutamente. Creció tanto la violencia contra las mujeres, así como en contra de la niñez. Ahora se está asesinando a más niños y niñas menores de seis años por el simple hecho de que lloran, por el simple hecho de que ahí los tienen y los pueden violar y no pasa nada. Creo que la pandemia nos mostró que dejamos de ser seres que amamos realmente, que apreciamos interactuar con otros seres humanos. Creo que estamos en un momento crucial, o sea, la pandemia no termina y tenemos que retomar toda esa parte humana.

Yo no estoy en contra de los animales, pero creo que para los seres humanos está siendo más fácil relacionarse con animales, y conduele más un animalito que un niño que es asesinado y dejado en una barranca. La pandemia claro que aumentó la violencia en general, en contra de mujeres, en contra de niños, de ancianos. Ya cada vez son más grandes las mujeres violadas y asesinadas por el vecino, por el nieto, por el bisnieto, y cada vez son más bebitas las niñas que están siendo violadas y asesinadas por sus padres biológicos o sus padrastros.

«Hay casos terribles y necesito tocar piso para poder continuar caminando, si no me rompo»

En agosto del año pasado, la Cámara de Diputados de México propuso la homologación del delito de feminicidio para que los 32 estados del país reformen sus legislaciones a fin de establecer criterios comunes y condenar con penas de entre 40 y 60 años de cárcel por los asesinatos de mujeres con razón de género. ¿Será suficiente esto para disuadir a los maltratadores?

Yo creo que sí y no. No hay una homologación real; por ejemplo, ahorita tengo un grave problema con las autoridades porque prácticamente están obligando a las familias a que acepten juicios abreviados, donde ellos se declaran culpables sin reparación de daño y con una pena mínima. Creo que a las autoridades les está dando mucha flojera trabajar los casos en juicios largos, y es en todo el país, no nada más en un estado en particular.

Por ejemplo, el estado de México castiga hasta con 70 años, el feminicidio es la pena máxima y si hay agravantes obviamente ayuda a que las penas sean muchísimo más altas, pero también creo que se tiene que impulsar desde las instituciones educativas, desde la cultura, desde todos los ámbitos. No podemos seguir tratando de aumentar castigos si no hay prevención; no vamos a tener decenas y decenas de hombres encerrados sin prevenir que esto siga pasando. Creo que se tienen que involucrar todas las instituciones, sobre todo el tema de la educación es básico, regresar las jerarquías a donde tienen que regresar para que se empiecen a formar otra vez esas sociedades de gente empática que éramos.

Tiene que ver mucho lo que se ha hecho a nivel institucional, sin embargo la sociedad está completamente apática y desde ahí tenemos que empezar, desde los niños, desde los jóvenes. No es una guerra, a mí me da la impresión y me preocupa en demasía ver una guerra entre hombres y mujeres. Desgraciadamente ahora los casos de mujeres que están asesinando a sus parejas o a sus ex parejas está creciendo también y algunos grupos feministas muy radicales aplauden esos asesinatos. Yo creo que no es por ahí.

Tenemos que situarnos bien desde las instituciones, desde la sociedad, desde las mismas luchas que se están llevando a cabo que es un parteaguas para juntos trabajar todo esto. Hay padres a los que les arrancan el corazón igual que a las madres y les duelen sus hijas. La mayoría de ellos ni siquiera pueden hablarlo, por eso justamente las que salen son las madres, porque ellos se quedan mudos ante el dolor. Está bien lo que se haga para homologar el tema, es algo que hemos pedido desde hace muchos años, pero no es solo eso.

¿Cuál es el mensaje de tu libro #NiUnaMás y qué repercusión ha tenido?

El principal mensaje de «La columna rota», que fue como nació el libro de #NiUnaMás, fue justamente en aquel 2016 que inicio yo todos los días desde que me levanto hasta que cierro los ojos, a hacer la documentación diaria, a buscar en un primer momento familias y ahora las familias me buscan a mí; se trata de dignificarlas, de darles rostros, porque en aquel momento nadie las veía, eran números rojos igual que cualquier asesinato.

Pocas personas o pocos medios de comunicación volteaban a ver las historias y el mensaje de #NiUnaMás es justamente ese: dignificarlas, que la sociedad vea que son vidas arrancadas, que son sueños, son mujeres que ni salieron ni se casaron buscando que alguien las asesinara. #NiUnaMás es un acto de reflexión y un grito, como bien lo dice el libro, para las autoridades, que entiendan que el feminicidio es una emergencia nacional desde hace muchos años.

En el prólogo de tu libro escribes que para ti los números tienen un rostro y una voz ¿Qué tratamiento le dan los medios de comunicación en México a la violencia machista?

Es terrible. Lo estamos viendo nuevamente con este impune, yo les llamo impunes a esos sujetos que matan mujeres durante años y las autoridades no tienen el mínimo interés en investigar. Creo que les falta mucho a los medios; se sigue yendo por el tema rojo, por enaltecer personalidades, como este último sujeto en Atizapán, en el estado de México. Están diciendo a los chavos o a las mujeres cómo asesinar y cómo deshacerse de un cuerpo. Antes para que tú conocieras lo que hacía un asesino serial, tenías que comprar un libro especial, ahora lo puedes leer en cualquier nota.

A mí me duele y me sorprende ver las notas. Revisando las del 25 de mayo hay una que dice: «En medio del furor del asesino de Atizapán, dos mujeres más fueron asesinadas en el estado de México». Y dices: ¿Cuál furor? Es un llamado que nosotros hemos hecho a los medios de comunicación desde el 2016; deténganse un poco a pensar en esa foto, en esa nota o el título, qué es lo que le va a generar a las familias. Piensa que el impacto y la revictimización de la familia la vas a generar tú. Creo que todavía no lo entienden. Nosotros exigimos mucho el tema de la perspectiva de género, aprender a informar con perspectiva de género. No hay medios educados para informar así, son muy pocos.

En el blog de Frida y en La columna rota pones rostro y cuentas la historia detrás de cada víctima. ¿Qué ha sido lo más duro que te ha tocado contar? ¿Qué sientes cuando miras a los ojos al feminicida?

Las historias son demasiadas. Documentamos todas las notas; obviamente no contamos las historias de todas porque para ello necesitamos a las familias, ellas son las únicas autorizadas. Todas tienen algo particular, hay algunas que me jalan más sobre todo los niños y las niñas. Me siento obligada a escribir esas historias, a ayudar a que se ubique a sus asesinos. La historia que toda la vida me va a marcar es la de Lupita porque la adoptamos como nuestra. Ahorita tengo otra nueva que es la beba de Aragón, Estrellita, así la bautizamos.

¿Qué siento? Vi a los asesinos de Lupita cuando les estaban dando sentencia y él me veía con tanto coraje, con tanto odio. El juez dicta entonces la sentencia de 88 años para cada uno, te juro que yo cerré los ojos y vi a Lupita en la sala, sonriente. Hacia mis adentros y al verlo a él, porque llegó un momento en que nos quedamos viendo muy fijamente pensé: “Ustedes creyeron que esa niña no le importaba a nadie y que iban a ir por la vida impunes, pero a mí me importó y ahora cada segundo de tu miserable vida vas a recordar que estás encerrado ahí porque la mataste”. Eso es lo que yo hablo con las mamás de las Voces de la Ausencia, el chat que nació en el 2016, no les deseen la muerte porque la muerte es piadosa y ellos no merecen piedad.

Frida Guerrera: “El feminicidio es una emergencia nacional”

Luchas contra la violencia machista pero no te autoproclamas feminista. ¿Por qué?

¡Híjole!, primero porque no me gustan las etiquetas, siento que etiquetarme me limita. Hemos resuelto también identidades y hemos coadyuvado a detener a asesinos de niños y el ser feminista me limitaría. Siento que tenemos que rescatar al ser humano; tampoco quiero usar la palabra humanista porque sería una etiqueta más.

Creo que tenemos que hacer todo esto, mi trabajo y el trabajo que hacemos desde Frida y el acompañamiento de las ‘Voces de la Ausencia’, justamente para rescatar al ser humano, a la sociedad que éramos hace veinte o treinta años, antes de toda esta impunidad que en México particularmente se ha vivido.

No me considero feminista porque no he estudiado nada que tenga que ver con el feminismo. Yo creo que esto es parte de la formación psicológica que yo estuve trabajando durante tantos años que es la sistémica, el tema integral, el poder mover sistemas para que generen cambios reales. El ser feminista me encasillaría y yo no me quiero encasillar.

Has recibido insultos, amenazas de muerte por tu trabajo y agresiones. ¿Cómo mantienes a raya el miedo? ¿Logras desconectar en algún momento cuando llegas a casa después de un día duro?

Frida ha vivido amenazas de muerte desde que empezó a hacer comunicación. En Oaxaca me levantaron (la persona es privada de la libertad por miembros de la delincuencia organizada) en tres ocasiones; tenía constantemente vigilancia fuera de mi casa porque estaba señalando a un gobernador. Pasaron los años y bajaron mi perfil en algún momento en el 2009 porque sufrí uno de los levantones, y en aquella ocasión me quemaron y hubo una serie de situaciones que me hicieron bajar mi perfil para seguir.

Desgraciadamente desde que hago el tema del feminicidio las agresiones son todos los días, campañas de desprestigio, de desacreditación. El mismo Observatorio del Feminicidio me ha desacreditado muchísimo. Algo que tengo claro es que no puedes vivir de esto, no puedes jamás pedirle a una familia para la gasolina. A mí quien me apoya es mi compañero de vida y vivimos de lo que él gana y ayudamos de lo que él gana; además de que a mí como víctima me dan un apoyo mensual que se supone que es para mi renta y mi despensa, pero yo la reparto entre todas.

Al principio me dolía mucho, me desfragmentaba mucho, lloraba, me preguntaba por qué si lo daba todo para que la gente estuviera bien y me rompía. He aprendido que el ser humano es así, es ingrato, con todo y que tengan una desgracia tú te puedes convertir en la víctima de una víctima. He aprendido a sortearlo, que los ataques me van a hacer más fuerte. Esas amenazas e intimidaciones me impulsan a continuar y a saber que lo que hago lo estoy haciendo por el camino correcto, y por eso incomoda tanto, inclusive a los grupos feministas.

¿Crees que en algún momento acabará esta violencia estructural que se vive de manera global?

Sí, pero no lo vamos a ver, por lo menos yo no, ya tengo 51 años. Creo que he dejado semillas en algunos jóvenes que luego me escriben y me dicen: «Quiero ser como tú cuando sea grande y quiero ayudar». No podría decirte que no porque entonces para qué hago esto. Apuesto a que en algún momento se va a empezar a reacomodar, a reconstruir todo ese tejido y ese ser humano empático, amoroso, metiche, porque los mexicanos tendemos a ser muy metiches y eso nos salvaba la vida.

Cuando era niña vivía en Ecatepec; crecí allí, en uno de los municipios más violentos para las mujeres y la gente nos veía a las niñas solitas y te iba cuidando. Saliendo de la primaria a los seis años, estaba esperando a mis hermanas que eran más grandes, se acerca un sujeto y me intenta dar dulces -en aquel tiempo nos hablaban de los ‘robachicos’- y me iba a acercar cuando una mujer que pasaba por allí me jaló y dijo: «¡No!, ¿no te ha dicho tu mamá que no hables con extraños?».

Creo que eso nos salvaba un poquito, creo que había más consecuencias, que había más amor de verdad. No era más importante abrazar al perrito y llevar caminando al niño, antes era al revés. A lo mejor tienen que pasar hasta tres generaciones para que esto vuelva a tomar un poquito el cauce de humanidad que tenía.

¿Qué hace Verónica cuando Frida descansa?

¡Híjole!, esa Frida es bien exigente (Ríe). No me deja. Te puedo hablar de dos años que Frida se la pasaba sentada porque sentía que si no veía una nota no se iba a visualizar esa mujer. Era como un tema de obsesión, estar sentada buscando las notas, todo el tiempo al pendiente, aprensiva absolutamente, dejé todo. Pero ahorita ya Verónica aprendió a decirle a Frida: «Espérate, si quieres que sigamos me tienes que dejar un momento».

A veces me voy a un lugar en Oaxaca cuando puedo y tengo, aunque sea poquitos recursos, me voy a un lugar completamente aislado con mi pareja y me olvido de todo. No uso celular, camino, respiro. Cuando no puedo hacer eso, aunque sea me voy a caminar a un bosque, a abrazar un árbol, cuando me siento muy fragmentada pues he tenido casos que me fragmentan.

Ahorita, por ejemplo, lo que está sucediendo con el sujeto de Atizapán, ayer oía sobre la libreta, lo que escribía, pesaba cada órgano, ponía el nombre y ponía cuánto pesaba cada órgano, me puse a llorar. Dije: «No puede ser, esto es terrible, una mujer asesinada en el 94, es monstruoso». Cuando me siento así lo que hago es pararme, bajar y caminar sobre el pasto en mi patio, en mi jardín para sentir la tierra, para volver a conectar, si no me volvería loca. Hay casos terribles y necesito tocar piso para poder continuar caminando, si no me rompo.

Escuchando a Frida Guerrera se me pone la piel de gallina y pienso en los profesionales de los medios de comunicación que, como ella, se juegan el pellejo cada día en todo el mundo por hacer su trabajo, por sacar a la luz la verdad, a pesar de las amenazas y los peligros que penden sobre sus cabezas como espada de Damocles.

Admiro y respeto a esta guerrera mexicana que cuando le pregunto cuál es su primer pensamiento cuando se levanta cada día, habla de los asuntos pendientes, actualizar su blog, la base de datos; piensa en las familias a las que les han arrancado una hija, una hermana, una nieta, que no les falte el oído que escuche su dolor y el abrazo cálido; en las mujeres de la comunidad triqui, en hacer de puente para dar refugio a una mujer amenazada de muerte, en poner rostro al agresor para que no quede impune. «Que este mundo sea diferente, que pueda decir un día: #NiUnaMás. Dejó de ser un hashtag para ser una realidad», sentencia.

Agradezco a Frida Guerrera su lucha, la plática, su sinceridad, su coraje y espero, como ella, que un día la violencia deje de ser una lacra que ensombrece la vida cotidiana para convertirse en un asunto del pasado. 

Si quieres leer otro artículo relacionado con la violencia contra la mujer, pincha en este enlace: https://www.landbactual.com/nanda-santana-la-importancia-de-comunicar-desde-el-amor/

Fotos: Cortesía de Frida Guerrera/VICE/Zona Centro Noticias/El Universal/Billie Parker Noticias/Milenio

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Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.

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