Doctora en Biomedicina y no hay duda de que la ciencia le corre por las venas. A los 12 años Ruth empezó a explicar a todas las personas que la rodeaban que quería dedicarse a la biología porque “era la vida”. Muy pronto se dio cuenta de que su camino era ser científica; estar en primera fila descubriendo aquello que aún no se sabe.
Ruth es una persona curiosa a la que le gusta entender el porqué de las cosas y verse inmersa en retos constantes. “En 4º de carrera tuve la suerte de que una profesora me escogiera dos años como alumna interna. Ahí empecé a hacer mis primeros experimentos”, explica. Una grata experiencia que la motivó a dedicarse de pleno a la investigación. Ha desarrollado su trabajo en países como España, Alemania o Francia. En Alemania fue donde entró en contacto por primera vez con la biología clínica. Entonces entendió que, “además de investigar para aprender, se podía aplicar lo aprendido a los pacientes para que puedan vivir un poco mejor”.
Aunque en otros puestos quizás hay mejores oportunidades laborales, Ruth asegura que no ha podido dejar de lado esa labor social que tiene su profesión con la que consigue mejorar el mundo que la rodea. Es una científica versátil que ha pasado de mezclar biología con física a hacer microscopía de alta resolución o a trabajar con modelos matemáticos. Aunque en donde ha centrado sus esfuerzos, dice, es en el área del cáncer. “La oncología y la hematología infantil me gustan mucho, pero también he trabajado en cáncer de pulmón, de mama o de piel”, nos cuenta.
«El problema es que las niñas que llegan a científicas no llegan a las posiciones más altas»
Ruth formó parte del equipo de investigación que realizó el primer modelo de sarcoma muscular murino en el Banco de Células Madre de Granada. En estas investigaciones descubrieron que las células madre adultas parecían “ser el origen de algunos tipos de cáncer como el sarcoma de huesos, tumores sólidos que aparecen en tejidos de soporte como los huesos o la grasa”. Poner las células madre como punto de origen de determinados tumores era un concepto nuevo porque “no todas las células que se mutan dan origen a un tumor. Estas células tienen esa capacidad de pluripotencia; por eso se desarrollan mucho más cuando adquieren mutaciones y te dan ese tipo de cáncer”.
Tras una larga trayectoria como investigadora en el ámbito de la biomedicina se prepara para andar el camino de la maternidad. Hablamos con ella sobre las dificultades que se encuentran las mujeres cuando deciden dedicarse a la ciencia.
Ciencia, una carrera de obstáculos para las mujeres
Ruth nombra la suerte en varias ocasiones durante la entrevista. Suerte de tener unos padres que la alentaron a dedicarse a la ciencia. Suerte de tener una profesora que creyó en ella para formar parte de un equipo de investigación… Y, aunque mucho tendrá que ver también su predisposición a andar este arduo camino, es cierto que el entorno en el que creces influye de manera decisiva en una niña o adolescente que quiera dedicarse a la ciencia.
En España, por ejemplo, ya desde el Bachillerato se ve un ligero descenso de alumnas que eligen las ciencias (47%), según datos del informe Igualdad en Cifras MEFP 2020. En la Universidad pasa algo parecido. A pesar de que las mujeres suponen un 55,2% del alumnado matriculado, solo el 49,1% elige las carreras de ciencias mientras que el 70% prefiere las ramas de la Educación, la Salud y los Servicios Sociales. La Biología, precisamente, es una de las ramas de la ciencia que más eligen las mujeres.
Está claro que “para lograr una igualdad real siempre es mejor mirar a la persona que al género”. Y eso es algo que se debe inculcar desde la infancia y la juventud. Así lo explica Ruth, que obtuvo la beca Marie Curie, una de las más importantes destinadas a fomentar la formación y el desarrollo del personal investigador destacado en innovación. Recorrió colegios e institutos para que el alumnado viera que es posible hacer ciencia. Y también hacer ciencia siendo mujer. “Hay una parte de divulgación importante para que todo el mundo entienda mejor la ciencia y motivar a los niños desde muy pequeños funciona muy bien”, concluye.
«Para lograr una igualdad real siempre es mejor mirar a la persona que al género»
Según datos de la UNESCO, menos del 30% de la investigación científica está realizada por mujeres. Aunque Rubio no ha vivido esa situación en los laboratorios en los que ha estado, en los que había paridad en el personal investigador, alude a una problemática importante. “Ahora hay más niñas que quieren estudiar ciencias y que llegan a ser científicas. El problema es que no llegan a ser jefas, no llegan a las posiciones más altas. La mayoría de las grandes decisiones siguen siendo tomadas por hombres”, explica.
Y no le falta razón. Durante los últimos años se han realizado diferentes estudios que analizan la situación que pone sobre la mesa. Es en el “gráfico de tijera” en el que queda reflejada la brecha que existe entre hombres y mujeres a medida que avanzan en la carrera científica.
Así se muestra también en el reciente informe Mujeres Investigadoras 2020, realizado por la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC. La evolución de la carrera científica de las mujeres en el CSIC ha empeorado con un descenso de un 14% en los últimos seis años debido, fundamentalmente, al incremento de contrataciones de mujeres que se encuentran en etapa predoctoral. Según este mismo informe, solo el 35% de las mujeres llegan a ser investigadoras científicas y tan solo el 26,5%, profesoras de investigación.
Según el Estudio sobre la situación de las jóvenes investigadoras en España, elaborado por el Ministerio de la Ciencia, “en la mayoría de las áreas de conocimiento científico, las jóvenes investigadoras de grado D están representadas en mayor porcentaje que sus homólogos varones, pero a medida que se avanza al grado A, las proporciones se invierten”.
De este modo, en 2018 el personal investigador de ciencias médicas y de la salud pasaba del 66% de mujeres en el grado D al 28% en el grado A; en ciencias de la agricultura y la veterinaria del 58% al 20%; el de ciencias exactas y naturales del 57% al 22% y del 36% al 16% en ingeniería y tecnología. Las mujeres no promocionan o se mantienen en la escala, algo que, además, implica que las mujeres perciben una retribución económica menor que la de los hombres.
Los cuidados y la maternidad, asignaturas pendientes
Al igual que reflejan los estudios, Ruth señala algunas de las dificultades que tienen las mujeres para ocupar puestos de responsabilidad en el ámbito científico. La maternidad es uno de ellos. “Hay un momento de tu vida en el que te planteas tener una familia. Normalmente es la mujer la que sacrifica su carrera y se queda en un puesto menor, como una posdoctoral o como investigadora senior. Son dos o tres años que te paras y es muy difícil. Aunque ahora esté prohibido preguntarte si vas a ser madre, se tiene muy en cuenta a la hora de elegirte para un puesto de dirección o de jefa de grupo”.
Aunque Ruth confiesa que le cuesta admitirlo, cree que esto pasa por tradición. «Mi generación viene arrastrando eso de que la mujer es la responsable de la familia y la cultura dice que es la mujer la que debe sacrificar su carrera. Yo he apostado siempre por mi carrera, excepto ahora que apuesto por mi familia. Me he bajado de esa carrera imparable porque, si no, veía que no iba a ser capaz de tener una familia”.
Y no es la única. Según el informe del Ministerio de Ciencia anteriormente mencionado las causas del abandono de las carreras científicas son muchas como la inestabilidad laboral, el ámbito competitivo, la discriminación por sexos, la excesiva carga administrativa, las dificultades para ejercer el rol de cuidadora o las bajas y permisos por cuidado de menores.
Según los resultados de la encuesta realizada por la Unidad Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación para conocer el impacto que el confinamiento por la pandemia de la Covid-19 tuvo en la conciliación personal, familiar y laboral del personal investigador en España la brecha de generó se acentuó considerablemente. Así, por ejemplo, el 43,8% de las mujeres asumió las tareas de cuidado de personas al cargo frente a un 18% de los hombres, algo que dificulta la actividad investigadora de las mujeres y que afecta a la producción científica.
“En biología es terrible porque se desarrolla a una velocidad de vértigo. Si me quedo dos años fuera, en la mayoría de técnicas que conozco, me quedo obsoleta”, explica. Y parece que no es cuestión de esforzarse el triple una vez pasado ese parón durante los primeros años de maternidad. “La técnica cambia completamente y hasta que llegue al laboratorio no las podré aprender. Así que no es una penalización directa por haber parado, pero te van a discriminar porque no estás a la última”, indica Rubio.
Entre los retos que tenemos por delante para que las mujeres puedan desarrollar su carrera como científicas con dignidad y mayor plenitud, Ruth destaca la corresponsabilidad y la creación de referentes. Por un lado, dice que es importante motivar a los niños y a las niñas desde que son pequeños en el ámbito familiar y en el ámbito escolar. Por otro, implicar a los hombres en este cambio. “Esto es cosa de todos. El hombre es el que tiene que querer quedarse en casa para que la mujer siga desarrollándose y se convierta, por ejemplo, en investigadora principal (PI-Principal Investigator)”, dice.
No hay duda de que, cada vez más hay personas como Ruth que están eliminando las desigualdades con cada acción que realizan aunque sepan, como ella dice, que “el cambio cultural es una máquina muy lenta”. Porque lo importante es andar el camino y equivocarse cuantas veces sean necesarias para aportar nuestro granito de arena en pro de un mundo más justo e igualitario.
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Fotos: Cortesía de Ruth Rubio
Me llamo Yaiza Mederos Norro y nací en Gran Canaria en 1982, tierra donde me he criado. Aunque sé que soy de aquí y de ninguna parte, me siento isleña de corazón, quizás por eso cuando estoy lejos del mar parece que me falta algo. Las mujeres de mi familia, por las que siento un profundo respeto, han sido mi referente en la vida. He margullado toda mi vida entre palabras e imágenes, mis dos grandes pasiones. Llevo casi diez años trabajando como periodista y reportera gráfica en medios de comunicación y en agencias de publicidad. Me encanta la Naturaleza, escribir y viajar. Creo firmemente que la educación, la autocrítica y el amor son aspectos fundamentales para transformar el mundo en algo mejor.