Malia se quedó observando pensativa el cuadro de Gauguin. La mirada esquiva y triste de aquella mujer le recordó el alma atormentada del pintor. Ella había nacido en Tahití, la isla de la Polinesia Francesa donde se refugió el artista, dicen que cansado de la sociedad burguesa europea. Malia creyó por un momento que la mujer tenía la intención de sonreír, sin embargo fue solo una ilusión, o tal vez el deseo de que la alegría se asomara a aquellos labios gruesos que reposaban al sol.
«son personas que tienen la virilidad de un hombre y la sensibilidad de una mujer»
La estudiante de Bellas Artes iba cada viernes a contemplar la obra del Maestro en aquel museo parisino. Sus ojos, ávidos de los colores de la niñez, buscaban el significado de cada pincelada e, inevitablemente, terminaban recreándose en un cuadro concreto, su favorito: El mago Hiva Oa. El hombre de larga cabellera negra, vestido azul y capa roja le recordaba a su propio hermano, al que no había visto en varios años. El joven era un mahu– ‘afeminado’ en nuestra lengua-, o también conocido como tercer sexo.
Cuentan que los mahu han existido desde siempre y son personas que tienen la virilidad de un hombre y la sensibilidad de una mujer. No se conocen los detalles de la historia pues la cultura polinesia se transmitía de manera oral, sin embargo, han formado parte de la comunidad desde hace siglos. Según relata la revista Yorokobu, los mahu son hombres que se sienten mujer y lo evidencian a través de su vestimenta, gestos y actividades sin modificar su anatomía masculina. Al parecer, eran figuras importantes dentro del núcleo familiar cuando los hombres se marchaban a la guerra. Podían representar tanto el papel de hombre como de mujer en las actividades de la vida cotidiana.
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Malia sonríe mientras recuerda las travesuras de su hermano Maui, a quien le gustaba ponerse sus vestidos y llevar flores en el pelo. El abuelo decía que era tan sensible y delicado que, más que caminar, andaba flotando en la brisa matinal. Cuando estuvo la última vez en Papeete, Maui había decidido operarse y convertirse en un rae rae; o sea, dio un paso más en su condición de mahu y transformó su cuerpo para acercarse más a la fisionomía femenina. “Ahora soy más guapa que tú”, bromeaba mientras abrazaba con ternura a su hermana. Frente al cuadro de Gauguin, Malia vuelve a percibir el dulce aroma de las flores en su pelo largo y cuidado.
«el tercer género tahitiano también ha sido objeto de discriminación»
Para los mahu las dificultades aparecieron cuando llegaron los misioneros europeos durante los siglos XVIII y XIX pues no eran aceptados por el pensamiento cristiano e, incluso, cuentan que se llegó a prohibir cualquier manifestación relacionada con su feminidad. Afortunadamente, todo eso ha quedado atrás y son aceptados por la sociedad, fiel a sus tradiciones. De hecho, ocupan puestos de trabajo en hoteles y restaurantes y, aunque algunos viajeros occidentales se sorprenden al verlos y comentan que son una rareza, los polinesios lo tienen asumido como algo normal.
El tercer sexo de Maui
Pero no todo es color de rosa. El tercer género tahitiano también ha sido objeto de discriminación. Sobre todo, los rae rae han sufrido la falta de aceptación familiar e, incluso, a muchos los vinculan con actividades de la vida nocturna y la prostitución. Malia piensa en la suerte que tuvo Maui al ser aceptado por la familia. Sin embargo, recuerda un vecino que solía insultarlo y escupir cuando su hermano pasaba cerca del porche de su casa. El abuelo estuvo a punto de darle un puñetazo un día. Maui lo detuvo y con su habitual cortesía y delicadeza abrazó al anciano, le dio un beso en la frente y le dijo que no valía la pena. “La aceptación de los que llevan mi sangre es lo único que me importa”, le dijo mientras caminaban juntos de vuelta a casa.
Maui canta con voz de soprano, baila con la gracia de una mariposa tropical y con sus manos moldea figuras de barro que luego vende en el mercadillo de los domingos. Tiene un don indiscutible para las artes. Malia atesora un collar de conchas hecho por su hermano. Se lo regaló el día de su quince cumpleaños. Lo lleva siempre puesto porque al tocarlo siente que está más cerca de los suyos. Mientras admira otros cuadros de Gauguin, piensa que tal vez el pintor francés ancló en los estereotipos y no supo llegar a la verdadera esencia de su pueblo. Hay en sus lienzos un mundo exótico, sensual y colorido que hipnotiza, sin embargo, las mujeres son tan solo seres hermosos, inocentes y sumisos.
Malia vuelve a mirar a los ojos al mago Hiva Oa y reflexiona sobre las complejas identidades de género que existen en Tahití. Indiscutiblemente, el mago no es una vahine-término tahitiano que significa mujer-, joven y servil. Es un mahu o un rae rae, como su hermano, y huye de la visión estereotipada del mundo occidental. Hiva Oa y Maui, una simbiosis perfecta que muestra la riqueza de un universo diferente donde la propia tradición habla de aceptación y tolerancia.
Malia sonríe y viaja de vuelta a su infancia. En algún lugar de la memoria ve a Maui entrando a hurtadillas en su cuarto al amanecer para coger el vestido lila de flores amarillas que descansa en el respaldo de la silla. Su hermano sabe que se hace la dormida y no puede reprimir la risa. Ella salta de la cama y corre tras él, pero el mahu es veloz y se pierde en la espesura del jardín de la casa familiar alzando su trofeo al viento.
Por: Belkys Rodríguez Blanco
Fotos: Daily Mail, Yorokobu, Kendall Pena, Colossal, Wikipedia
Me llamo Belkys Rodríguez Blanco. Sí, un nombre muy parecido al de la reina de Saba, pero soy periodista. Me gradué en la Universidad de La Habana, en la era de la máquina de escribir alemana. Como el sentido común manda, me he reinventado en este fascinante mundo digital.
Escribo desde los once años y ahora soy una cuentacuentos que a veces se dedica al periodismo y, otras, a la literatura. Nací en Cuba, luego emigré a Islandia y ahora vivo en Gran Canaria. Estoy casada con un andaluz y tengo un hijo cubano-islandés. Me encantan los animales, la naturaleza y viajar. En resumen, soy una trotamundos que va contando historias entre islas.